Hacer maletas tiene siempre una pizca de ilusión, otra de aventura, otra de emoción y también toques de nostalgia. Y, además, en este caso concreto también algo de incertidumbre. Estos días vuelvo a Metoro, Cabo Delgado, Mozambique. La última vez me faltó mucho por aprender. Supongo que a casi ningún lugar puedes ir pensando que lo sabes todo, pero hay algunos en concreto en los que esa sensación es especialmente palpable y notoria.
Vuelvo con las Hijas de Jesús – verdaderas constructoras de puentes- que allí viven y caminan junto a muchas otras personas a recordarme que hay más modos de vivir, distintos y alejados del concepto de vida que hemos construido aquí. Menos opulentos. Quizá también menos cómodos. Pero más profundos y enraizados en lo importante. Donde los constructores del Reino son más evidentes y trabajan más duro en cada calle, en cada esquina y en cada misión encomendada.
Como en la ocasión pasada, procuraré subir un post -casi- diario, acompañado de alguna imagen. Escribo estas impresiones ignorantes porque no hay mejor manera de terminar con la ignorancia que compartiéndola. Y porque, en realidad, esta es la única manera que conozco de salir de mi inconsciencia. Gracias por acompañarme.
Pablo Martín
@BlitoMI