Contemplamos aplicando sentidos para:
Oír y escuchar el fragor del río, que se rinde pronto en susurro de agua tranquila…
Y ver romper ese blanco del agua que estalla en alburas cantarinas y rebeldes, ese fluir callado ya, manso en su cauce, que refleja el azul del cielo…
Y oler la yerba mojada y sentir el calor de primavera: acaba de dejar armas y vestidos en Montserrat; en la víspera de nuestra Señora de Marzo, la Anunciación. Ahora viste burdo sayal. Y bordón de peregrino.
Y gustar, sí. Gustar, saborear ese gozo del espíritu humano que supera y transciende tiempo y espacio. Y siente hondo a Ignacio en soledad acompañada en esa bendita cueva.
Estamos en ese preciso recodo del río que ve y oye Ignacio, orante y penitente, desde la “Cova”.
Contemplar, hallándonos presentes, cuáles sean esos sentires y mociones e iluminaciones que están gestando ya sus EJERCICIOS.
Releemos su autobiografía, río abajo, «poco más de una milla de Manresa», desde un alto. El «río baja muy hondo»… y muy hondo debe sentir Iñigo… «como si fuese otro hombre», anotará muchos años después.
«Una vez iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama Sant Pablo, y el camino va junto al río Cardoner; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola. Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parecía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto, que tenía antes».
… En LOYOLA
«… aquí se entregó a Dios Iñigo de Loyola»
… En el CARDONER, Manresa
«… aquí se entregó Dios a Iñigo de Loyola»
nos abrimos al ESPÍRITU, nos hallamos presentes.