Carta nº 369 Febrero 1909
“Dios nos tenga de su mano y lo remedie todo, haciendo desaparecer tanta variación de pareceres, y nos dé una santa paz y unión”
El principio de esta perla es para que se nos grabase a fuego en nuestras entrañas, allí donde queda guardado lo importante, lo vital. “Dios nos tenga en su mano”. Querida M. Cándida, gracias una vez más por recordarme que “Dios nos tiene en su mano”, por refrescarme que Dios nos cuida como Padre, que nos tiene en su mano. Y saberse tenido (sostenido a veces) en las manos de Dios es, simplemente, grande. Es un don de nuestra fe, es un soporte vital para cuando la vida se tuerce un poco y es un agradecimiento para cuando la vida sonríe. Recuerdo la imagen de esa mano de padre (o madre) sosteniendo a un bebé con una mano, la ternura de ese momento y la tranquilidad que refleja la cara de ese niño.
Sentirse en las manos de Dios es notar sus manos que impulsan nuestro cuerpo cuando parece que no le quedan fuerzas.
Sentirse en las manos de Dios es encontrar el sentido y la razón para descubrir que el otro es mi hermano y poner mis manos al servicio. Para ayudar como familia.
Y sentirse en las manos de Dios es vivir, soñar, crear, crecer.
Lo de la variación de pareceres, que dice la M. Cándida, engancha directamente con el evangelio de ayer, donde Mateo habla de compasión y nos cuenta, para entenderlo mejor, la variación de parecer del que fue perdonado y no entendió que eso era lo que tenía que hacer. Cambió de parecer cuando él era quien debía perdonar. No variemos de parecer y busquemos y descubramos que, la historia del evangelio sólo nos puede generar paz y unión.
Mi agradecimiento a M. Ángeles por su aportación de la preciosa flor de lavanda. Flor que proviene del latín lavare y nos ayuda a lavar las heridas tanto físicas como emocionales. Es regeneradora de células. Parece que estaba preparada para hoy. Gracias porque el perdón y la compasión también pueden regenerarnos por dentro. Y hoy hablamos de compasión, de perdón y de sentirse cuidados en las manos de Dios como tantas plantas silvestres que son cuidadas por Dios, como nos cuenta Mateo en su capítulo 6, allá por el versículo 25 al 34.
Hoy, ya iniciado el curso a tope, ponemos en las manos de Dios todas las comunidades educativas para que descubran y confíen, para que se sientan que Dios las lleva en su mano. Que sigamos trabajando con todo lo que somos, pero que con la misma fuerza seamos personas que confían.