Carta nº 334 Mayo 1907
“Yo les mandé una bendición muy grande, como me pedía, para todas las funciones de este mes… Doy gracias a Dios por todo”
Mandar bendiciones es propio de personas que se preocupan de personas, que no les da igual su situación y que con ese gesto desean lo mejor para ellas durante todo el mes y durante toda su vida. Así era la M. Cándida, una mujer preocupada por los demás, preocupada por rezar por ellas y por desear que fueran felices. Y, además, en este caso una bendición muy grande (¿cómo sería?). Imagino esa bendición de esas que salen de dentro de las entrañas y recorren todo el cuerpo hasta que llega a su destino, hasta que Dios la transporta por esos canales que sólo Él sabe y la hace llegar donde tiene que llegar.
Además, es de bien nacido el ser bien agradecido. Así era la M. Cándida también, siempre dando gracias por todo, por lo grande y por lo pequeño, por lo de una persona y por lo de muchas y siempre dando gracias a Dios en quien confía.
Dar gracias a Dios por lo recibido es también un buen ejercicio de salud, es una oportunidad de descubrir de donde vienen las cosas que recibimos.
¿Cuándo damos gracias? ¿A quién damos gracias?
Doy gracias a Dios por mi frágil salud, por la oportunidad de poder teclear unas palabras todos los lunes, porque esto me ayuda a pensar durante la semana, a descubrir el norte de mi vida, porque “con perseverancia salvamos nuestras almas” como nos dice Lucas en su capítulo 21.
Cuando las bendiciones salen, como salían las de la M. Cándida, Dios las recoge en su mano y las reparte de una forma especial. Yo creo que rompe la regla de la proporcionalidad y aplica la de la necesidad. Y es cuando ese reparto se hace de verdad, es cuando esas bendiciones le llegan a quien más lo necesita de una forma como un torrente de agua después de una gran lluvia y a otros como cristalino riachuelo. Hoy espero que le lleguen a una amiga como torrente de agua, como fuerza para seguir luchando, como ánimo para sonreír a pesar de todo, como ejemplo ante la adversidad. Por eso pido unir nuestras bendiciones y dirigirlas hacia esa amiga. Porque no podemos tener miedo ante las adversidades, porque Él nos cuida. Y la M. Cándida sigue cuidando de sus hijas y las sigue bendiciendo.