Abrazar la misericordia. Con ese propósito pusieron rumbo a Roma miles de presos de distintos puntos del mundo para celebrar el Jubileo de la Misericordia. Otros se quedaron entre cuatro barrotes, pero no por ello dejan de abrazarla, porque “también la puerta de la celda de una cárcel puede convertirse en una puerta santa”, como recordó Francisco en su carta con la que concedía la indulgencia con ocasión del Jubileo. Y es que “la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”. La cárcel también es Iglesia.
En las cárceles españolas, 137 capellanes acompañan a los presos. Y más de 3.000 voluntarios acuden cada semana para animar, para escuchar o, simplemente, para estar. ¿Por qué es necesario que la Iglesia se haga presente en prisión? ¿Cómo se lleva la buena nueva? ¿Cómo viven los presos su fe bajo una situación de privación de libertad?
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