Celebramos hoy el día de Maria Antonia Bandrés fi, su verdadero nacimiento a la vida. De ella podemos aprender, su entrega incondicional a Jesús, su totalidad de donación, su fidelidad en lo pequeño y en lo ordinario de la vida: “De hacerlo, hacerlo entero” es como una guerra a la mediocridad. Junto a nuestra Fundadora, de quien todas recibimos el espíritu de Hijas de Jesús que hoy nos une, la ponemos a ella como intercesora junto a Jesús y como ejemplo en la radicalidad del seguimiento
De los apuntes espirituales de la Beata María Antonia Bandrés: “En tus manos me dejo, Jesús mío, incondicionalmente. Recíbeme por María, tu misericordia, porque toda, sólo y siempre, quiero ser tuya. Tú eres mi principio, fin y todas las cosas y quiero conducirme a ese cielo que me preparas por la perfecta observancia de las santas reglas y costumbres de las Hijas de Jesús, propagando el celo por las almas con el ejemplo, la palabra y la oración. Mis deseos de santificarme son grandes, pero el espíritu de sacrificio y amor a la cruz, muy pequeños. Dame, Jesús mío, el corazón desprendido de los santos, con una sincera indiferencia para cuanto la obediencia me ordenare y, cueste lo que cueste, (lo) cumpla sin disculpa pensando en tu voluntad.”
Compartimos su vida
Nace en Tolosa (España) un 6 de marzo de 1898. Fue la segunda de 15 hermanos. Antoñita sentía un amor entrañable hacia sus padres y hermanos, por eso que le costó mucho afectivamente la separación al ingresar al noviciado. Se le escuchó decir: “Sólo por Dios los he dejado”.
En aquel hogar se vivía la fe y la caridad cristiana. Su madre, Teresa, era una mujer ejemplar y santa, que supo ayudar a sus hijos a crecer en todo, pero especialmente en el amor a Dios, a María y a los más pobres y necesitados.
Su salud era un poco débil. Sus padres tuvieron con ella cuidados especiales. La debilidad y el excesivo celo de los suyos, ayudaron a acentuar en aquella niña un carácter sensible hasta la susceptibilidad, que en los primeros años llegó a preocupar a su madre: “¡Qué chiquilla más fastidiosa! ¡Cuánto vas a sufrir con ese carácter!”. Y sufrió sí, pero sin que la sonrisa, aunque teñida a veces de melancolía, se borrara de sus labios.
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