Paseo por la ciudad, luces, ruido, alboroto, risas, terrazas de bares repletas de gente, un ir y venir continuo por las calles…y allí al fondo me fijo en aquella figura que pasa casi desapercibida. Es casi imposible calcularle los años de calle y soledad que pesan a sus espaldas. La suciedad cubre como un manto su cuerpo y el peso del alcohol casi ni le deja ponerse en pie. Un hombre sin rostro. Casi invisible, pero que cuando nuestras miradas se cruzan en mi interior brota la incomodidad y que me hacen fijar los ojos en él y descubrir un fuego intenso en mi interior que deja aflorar la pregunta ¿Qué quieres de mí? ¿qué quieres que haga? ¿dónde quieres que vaya?… y sigo mi camino, pero con un fuego interno que quema, que me incomoda y que golpea con fuerza mi interior.
Hoy sales a las calles de las ciudades igual que entonces, envuelto en una multitud de gente que te grita, te canta y te acompaña, pero sin darse cuenta del profundo sentimiento que llevas en tu interior, de la profunda soledad que vas a sentir, y sin que podamos percibir que tu presencia es tan real en las calles como antaño. Tu rostro está junto a ellos, a los que la gran soledad los aísla y los va introduciendo en ese camino en el que poco a poco la capa invisible los cubre y los hace desaparecer ante nuestros ojos deslumbrados por otras imágenes mas seductoras.
Tu camino, tu despedida, tu paso por las calles me sigue cuestionando. Pasas, miramos, pero seguimos ignorando la realidad. Necesitamos paradas para cruzar nuestros ojos con los tuyos y que, al mirarnos, descubramos que tu paz y serenidad nos llenan y nos invitan a vivir contigo y como tú.
Rosa Orts