Hay sustantivos que no necesitan matices porque en su contenido gramatical encierran vida intensa. Es lo que me sucede con el título de esta nota. Ser cristiana sin añadidos es algo existencialmente central en mi vida, no precisa de adjetivos.
Me ocupa el corazón y la vida porque se me ha dado la posibilidad de un conocimiento que crece hacia fuera y hacia dentro, sobre todo, de esa persona humano-divina, que es Jesús, compañero de camino, del que me sentí seducida desde mi juventud y ha marcado el itinerario de las diversas etapas de mi persona.
Seguir a Jesucristo, sentirme invitada por El me integra como mujer, me armoniza por dentro y me va dando posibilidad de ensanchar el corazón, de ser fecunda y fecundante, de dar y recibir amor, de crear vínculos con muchas personas y diversas, de un país y otro, de distintos hemisferios del planeta.
Me sigue fascinando el texto del Libro del Apocalipsis: “mira que estoy a tu puerta y llamo, si me abres, entraré y cenaremos juntos” (3,11) porque encierra una invitación, una propuesta, una llamada … y yo quiero abrir la puerta de mi corazón, de mi vida, para la intimidad de una cena de los dos; también sé que en ocasiones no abro la puerta y Jesús entra por la ventana o me espera pacientemente a que yo me asome o salga a pasear y se me hace el encontradizo.
Ser cristiana sin apellidos es un regalo dado gratuitamente y por esa misma razón, me siento invitada a compartirlo con quien quiera recibirlo, no se puede imponer, no es cuestión de entender o menos con la cabeza, no se necesita tener un título académico ni un máster ni ninguna especialización. Es cuestión de corazón, decir “sí, quiero ser cristiana”, deseo seguir creciendo en este camino de fe que supone y exige fiarme.
Y esto me devuelve otros regalos que se desprenden de ese sustantivo central, como la libertad, la disponibilidad, el amor exclusivo -ese primer amor que se va renovando- y que son las consecuencias de un sustantivo central y generativo de vida profunda, integrada, que me «nuclea» y me sostiene como esa columna vertebral que admite vientos, lluvias, tormentas, pero que se siente fuerte en la propia debilidad porque Alguien, me tiene bien agarrada desde el sustantivo, así, sin añadidos.
Ser cristiana -así sin más ni menos- es lo mejor que me ha sucedido en la vida y me sigue dando pleno sentido; contenta de vivir desde mi ser femenino, realizada en un camino humano-cristiano que me invita a insertarme más cada día en este mundo que me toca vivir. Agradecida infinitamente por la entrañable ternura de nuestro Dios.
María Luisa Berzosa fi