Hoy aparece escondida en la carta enumerada con el 439, esta perla “intemporal”, como tantas otras, escrita en diciembre de 1911 y que podría haber sido escrita perfectamente hoy. Tendría la misma fuerza que tuvo hace 108 años. Antes se dirigió a las hermanas que estaban en la Fundación de Brasil y ahora puede ser dirigida a cualquier persona, sobre todo a cualquiera de los que formamos parte de la gran Familia Madre Cándida.
La Madre Cándida habla desde el agradecimiento y aporta una visión de claridad sobre a quién, cómo y dónde servir. Pero sobre todo habla de agradecimiento por la actitud de servicio que ella percibía en sus hermanas. Y, tengo que decir que, desde que conozco a las Hijas de Jesús, también he visto en muchas ocasiones esta actitud de servicio por encima de los pensamientos individuales.
Servir a Dios es el “quién” para la Madre Cándida. Es ese quien que llenó su corazón siendo muy joven y al que entregó su vida hasta el último minuto, hasta descansar tranquilísimamente tranquila y pudiendo decir que todos los minutos de su vida habían sido para Dios. En el “cómo” entraría el texto fundamental para cualquiera que siga este camino: el evangelio, la buena Noticia de Jesús de Nazaret para cada uno de nosotros, por encima del tiempo e incluso de la vocación elegida. Allí tenemos el como y allí encontró la Madre Cándida el secreto para ayudar a quien le preguntaba qué tenía que hacer y cómo tenía que hacerlo. Y sobre el “dónde”, no hay ninguna duda: en cualquier parte, allí donde seas enviado, allí donde seas requerido.
En medio de esta carta aparece un trozo que no he querido dejar de compartir. Creo que es de actualidad, y sirve tanto para 1911 como para 2019.
“En la virtud procure ir siempre adelante, aunque sea a paso lento, pues mejor es ir despacio para no tropezar, porque el que va corriendo, más facilidad tiene de caer. Ya me entiende, pues el que está en pie no necesita levantarse, ¿no es verdad, hija mía? Pues ¡adelante!”
Después de vivir el miércoles pasado un día especial donde la ceniza fue la protagonista de las Eucaristías y celebraciones, llegamos casi sin darnos cuenta al primer domingo de Cuaresma y conectamos este tiempo con las palabras de servicio de la Madre Cándida. Ella anima a servir a Dios y si en algún momento caemos, nos anima a seguir adelante, aunque sea a paso lento. Con ese ánimo recordábamos las tentaciones de Jesús contadas por Lucas y la sensación de que con Dios siempre podremos superarlas.
Aprovechemos, una vez más, la oportunidad de vivir estos cuarenta días con el corazón abierto a la conversión, al servicio a los demás, a renuncias de lo que es innecesario, al ayuno de hacer las cosas mediocremente. Pero siempre con el sentido de vivir, porque vivir es renacer cada día.
Antonio Grau
Murcia