Ante la polémica suscitada ante la proposición no de ley de Podemos para la retirada de las misas católicas de la programación de RTVE (lee aquí la noticia) el salesiano Javier Valiente, que trabaja en el programa «El Día del Señor», ha publicado lo siguiente:
Quitar la misa de la tele. Esta es la propuesta del grupo Unidos Podemos, presentada en el Parlamento, que está dando que hablar. Como yo trabajo en ese programa de TVE, algunos me habéis preguntado por este tema. Siento no ser breve, pero quiero dejaros en esta entrada algunas ideas que, a mi modo de ver, conviene tener en cuenta.
El programa «El Día del Señor» (así se llama) es uno de los más antiguos de Televisión Española. Además es un programa que está en la mayoría de los países de nuestro entorno, no somos una excepción. En algunos hasta con el mismo nombre. Algunas de las misas que nosotros retransmitimos, incluso, las tomamos de Eurovisión, pues algunos países las ofrecen para los demás de Europa. Alguna vez habréis visto misas desde Irlanda, Francia, Suiza, Holanda… vamos, que de quitarla, los raros seríamos nosotros.
No se trata de un privilegio de la Iglesia Católica. Según la implantación de las distintas confesiones religiosas en cada país, las televisiones públicas dedican espacios a los diferentes credos. En la nuestra, por ejemplo, tienen espacio el Islam, Iglesia Evangélica, Comunidad Judía y los Católicos. Son espacios de servicio publico, cada confesión decide los contenidos y TVE, los profesionales y la infraestructura técnica para que se puedan desarrollar. Y con los criterios, dedicación y buen hacer de estos profesionales.
Estos programas tienen razón de ser en función de la vocación de servicio público que ha de tener una televisión que pagamos entre todos. Los católicos también pagan los impuestos con los que se mantiene la televisión pública. En la propuesta presentada al Congreso, se dice que hay que quitar la misa pues la televisión pública debe buscar la «absoluta neutralidad en materia de ideologías, religión o creencias”. Como si en casi todos los programas no se transmitieran creencias o ideología. Películas, publicidad, series, programas de entretenimiento, canciones… están transmitiendo creencias, formas de entender la vida, una visión del mundo, de las personas, valores. Es lo que hace la televisión y cualquier medio de comunicación. Y no nos preguntan a la audiencia por ello. Habría que dejar solo la información sobre el tiempo (parece que la ciclogénesis explosiva no tiene ideología). La televisión pública debe dar cabida a todos, también al hecho religioso, que forma parte de la vida de las personas y no solo de su ámbito privado, sino de la esfera pública.
En nuestro caso, además, cada domingo es una especie de encuesta a la audiencia que elige -¡bendito mando a distancia!- ver o no nuestro programa. Y en su franja horaria, de 10’30 a 11’30, suele ser el más visto en porcentaje de audiencia, incluso en relación a otras cadenas generalistas. La 2 suele tener una media entre un 2’5% y 3% de share, y la misa suele estar alrededor del 7%. ¡Y eso que la audiencia ya sabe lo que va a pasar y cómo termina! Y aún así, varios cientos de miles de contribuyentes se plantan delante del televisor cada mañana del domingo para ver la misa. Nosotros estamos convencidos de que no es solo para ver, sino para participar, para sentirse parte de una comunidad que celebra su fe. Y tienen derecho a ello.
Hay muchos programas que tienen menos audiencia. Y todos deben seguir teniendo su espacio en la tele de todos, precisamente por eso, porque la tele pública tiene una finalidad diversa de las privadas. Ojalá se cuidara más toda la programación y se dotara de más medios a TVE para que pudiera prestar un mejor servicio en información, entretenimiento, deportes, espacios culturales, etc., al servicio de toda la sociedad.
Esta polémica, me parece, también tiene que servir para que los católicos no demos todo por descontado. Tenemos que hacer valer también nuestros derechos y movilizarnos para que sean respetados en el marco de una sociedad democrática, siempre con el diálogo y el respeto hacia otras opiniones, pero con la firmeza de las convicciones que defienden la pluralidad y la libertad. De todos, también la nuestra.
¡Si has llego a leer hasta aquí, gracias!