Es evidente que vivimos un ambiente de incomunicación, confrontación y violencia. Tengo la sensación de que la ansiedad, producto de muchos miedos y la inseguridad, va en aumento y va dañando a mucha gente en el camino, dejándolos al borde. Pienso sobre todo en los más vulnerables de nuestra sociedad.
Respiramos mucha toxicidad en diferentes ambientes y relaciones, también a través de las redes sociales. Y a veces, sin querer, contribuimos a más malestar en nuestro entorno, con nuestras reacciones y palabras. Creo que, en esos momentos, desconectamos de nosotros mismos, como humanos que somos. Desconectamos de nuestro ser más profundo, ahí donde habita Dios.
Hace un tiempo que está resonando mucho esta parte del salmo: Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”. (Salmo 26, 8-9)
Qué importante es discernir constantemente la Vida que viene de Dios. Él se revela constantemente en nuestra vida cotidiana.
Tengo la certeza de Dios confía profundamente en cada uno de nosotros. Seamos fieles a Él y dejemos brotar, con la ayuda de su Espíritu, semillas de paz, confianza, amor, el sentido de justicia. Todos estos elementos están en el origen de cada ser humano.
Descubramos la Vida en nuestra vida. Pongamos más el amor en las obras que en las palabras. Abracemos la Vida y desterremos todo lo que aleja de ella.
Pakea Murua FI