Un nombre nuevo, para una misión: «… fundar una Congregación religiosa con el título de Hijas de Jesús, dedicada a la salvación de las almas por medio de la educación de la niñez y juventud»
De Juana Josefa Cipitria y Barriola, a Cándida María de Jesús
«Nombre, magnífico y simbólico», dicen las fuentes. Pero incluso rechazado parcialmente por Juana Josefa. Y reiterado con insistencia en aquella experiencia, en aquel altar lateral del Rosarillo.
Cándida… rechazado.
María de Jesús, sí.
Ella mismo nos lo cuenta:
«porque en su pueblo había un hombre que tenía la costumbre de embriagarse y este hombre se llamaba Cándido y creía natural que todos los que llevaban este nombre, fuesen malos….»
Pero… no es ese Cándido, el malo, el atado por la bebida, símbolo de una humanidad pecadora, sometida al «misterio de iniquidad «, pero llamada a ser salvada en Jesús, por mediación de María?
Se perfila una identificación personal:
Cándido-Cándida, que al no alcanzar posiblemente su significado pleno: «…a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él»…, rechaza y resiste como rechaza el pecado, ofensa de su Dios.
No ha percibido todavía la experiencia de pecado, como encuentro de salvación que hace posible sentir ese Amor, Misericordioso, de nuestro Padre Dios.
Al menos no lo explícita.
Hijas de Jesús, como Cándida María de Jesús, desde nuestra debilidad y flaqueza, llamadas como ella a sanar y salvar por la Educación católica de los pueblos.
Amén, Alleluia!
Hoy 150 años de aquella… y ésta, nuestra experiencia, en este mundo, pequeño para sus deseos.
Maite Zugazabeitia
Bilbao