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«Proteger la casa común y vivir una ecología integral» – Capítulo 20 – VivirFI Radio

Elena García de la Cera es responsable del Área Educativa de la Fundación Educativa Jesuitinas. En esta edición nos comparte una reflexión de la segunda llamada a la acción apostólica de la CG XVIII que dice así:

«En la Laudato Si’ se nos presenta el cuidado de la casa común como una urgencia del planeta. Somos responsables del deterioro del mundo. Hemos de comprometernos, desde todos los ámbitos de nuestra misión, a proteger la casa común y a vivir una ecología integral en comunión con toda la creación, para combatir la pobreza y restaurar la dignidad de los excluidos. Es un reto cultural, espiritual y educativo, inseparable de la justicia social».

«Hemos respondido, en un primer momento, a esta invitación de vivir las llamadas eligiendo esta segunda, en concreto haciendo una lectura de la encíclica Laudato Si´ como un desafío educativo, buscando juntos cómo y qué puede ser vivido en nuestro ámbito».

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Texto:

En esta Pascua, como todos, estamos desarrollando nuestra misión desde casa. Y desde el principio de la crisis sanitaria que estamos viviendo animamos a las comunidades educativas de los colegios a vivir este tiempo #ConOtraMirada, algo profundamente unido a la invitación de la Encíclica Laudato Si´en la que el Papa nos recuerda que “El mundo se contempla desde adentro”. Pues aquí y ahora este “desde adentro” es “desde casa”.

Cuando uno se para a contemplar, ve más allá, le lleva a comprender, a descubrir algo más que lo evidente, a sentirse cocreador y, por tanto, llamado a cuidar. Esta es la ética del cuidado desde la que el Papa nos invita a crear espacios de admiración y de contemplación.

Este escenario de cambio en el que algo se ha roto, donde han aparecido nuevas inseguridades y miedos, donde nos sentimos, sin esperarlo, débiles y limitados, nos recuerda a esa imagen de fracaso de Jesús en la cruz. El mensaje de la Pascua hoy nos dice que hay que dedicar esfuerzos a pegar lo roto, contemplarlo y cuidarlo.

Un momento de Pascua idóneo para contemplar “desde adentro” todos los aspectos de la ecología integral a la que se refiere la encíclica: nuestra relación con Dios, con uno mismo, con los demás y con la creación.

Contemplar nuestra relación con Dios: cuidar mi respuesta a ese “siéntate aquí” de Getsemaní. La oración ante una experiencia de fracaso, de incertidumbre, de duda, de debilidad social y personal. Buscar en el encuentro con él la esperanza y esa otra mirada.

Cuidar mis nuevos espacios de oración, mis nuevos momentos y mis nuevos medios.

Contemplar nuestra relación con nosotros mismos: momento para re-descubrirme, qué me ha cambiado, qué cosas veo ahora que son realmente importantes, qué me pesaba y qué me pesa, qué preocupaciones merece la pena sostener, qué hábitos he rediseñado, qué me está haciendo crecer, qué valor me doy…

Contemplar mi propio proceso, por qué no, de conversión personal. Cuidar lo que está apareciendo de nuevo en mi.

Contemplar nuestra relación con los demás: Contemplar tantos gestos de cuidado al otro: el confinamiento, los aplausos, la mascarilla, el respeto a los más vulnerables, a los que trabajan más allá de una responsabilidad laboral, a los que cuidan a los mayores para que no estén solos, muchos en momentos de verdadero sufrimiento.

Contemplar esa necesidad de comunicarnos, los mensajes de “cómo estas”, la llamada inesperada, los mensajes de ánimo de profesores a los alumnos. Contemplar tanta iniciativa de los educadores, los esfuerzos para rediseñar nuevos medios de seguir enseñando, de dedicación como gesto de servicio a su misión educadora.

Contemplar a los que tienen que tomar decisiones, a los que la responsabilidad hacia otros les preocupa y ocupa el tiempo y pensamiento. Contemplar en ello también el gesto de entrega que supone.

Cuidar los gestos de cuidado a los demás, de compartir para dar vida.

Contemplar nuestra relación con la creación: Buscar lo que hay de creación en nuestra casa, ese espacio de Naturaleza al que hemos dejado hueco en un tiesto, la admiración de una hoja, de una flor, sonidos nuevos de pájaros que el ruido de una ciudad no dejaba oir, o la belleza de un cielo sin contaminación de la ciudad.

Cuidar el trocito de mundo que tenemos en nuestra casa.

En definitiva, contemplar para que, como nos dice la Encíclica “Nada de este mundo nos resulte indiferente”… y mucho menos ahora.