Contemplación
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CONSEJO 20

20. La Maestra Primera, bajo la dependencia de la Superiora, dirigirá la instrucción de las niñas, ya por sí misma en las instrucciones religiosas que se harán a las niñas, ya también por otra Maestra a quien ilustre su buena voluntad, inflama o tempera el celo, dirigiéndolo todo a la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.

 Hoy la imagen va directamente relacionada con la pequeña oración que la M. Cándida escribía en el inicio de sus cartas:

“La Purísima Virgen nos cubra con su manto”

En ese genial dibujo estamos todos: los muy enfermos o fallecidos, los enfermos o contagiados y los sanos. Todos bajo el manto de María que con la compañía del Espíritu Santo cobijan y animan a todos a superar estos momentos tan complicados.

Y todo “dirigiéndolo a la mayor gloria de Dios y salvación de las almas”, este es el fin de nuestra acción, sea la que sea. Por eso el aplauso para todos, para todos aquellos que se encargan de que podamos mantener el diferente ritmo de nuestras vidas. Aprovechar este tiempo para recolocar nuestras piezas vitales es una buena tarea, un buen aprendizaje. Miremos a Dios y miremos al hermano. Y no olvidemos a ninguno por el camino. Algo así les aconsejaba la M. Cándida tanto a la Maestra Primera como a las Maestras, hacer todo con buena voluntad, a veces inflamando y otras veces temperando esa buena voluntad.

Esta semana pasada hemos tenido unas lecturas de la Palabra de Dios excepcionales, llenas de vida, de autenticidad, de descubrir lo elemental de nuestra fe. Pero me quedo con la de miércoles cuyo resumen es una sola palabra: Emaús. Hay tantos detalles, tanto gesto de resurrección y vida, tanto de resumen de una vida en un trozo de camino que habría para escribir unos cuantos folios. Y por encima de los detalles de la narración está el encuentro con Jesús, con ese Jesús resucitado que solo necesita que le dejemos caminar a nuestro lado. Juan, ayer, remata esta primera semana de Pascua con el relato de Tomás. Y mi cabeza vuela a la serie de Netflix titulada A.D., 8 capítulos que resumen lo concurrido en la crucifixión de Jesús y, sobre todo, lo que ocurrió a partir de ahí.

Si alguien todavía pregunta qué trae de nuevo el Resucitado, ese que hacía milagros, ese que caminaba mirando de cara a los más pobres y a ellos daba respuesta, le contestaría con su propio saludo, con esa forma de iniciar un rato juntos: Paz a vosotros.  Poco más. Aunque haya mucho más que decir, me quedo con ese saludo. Paz desde el corazón, paz que engendra vida y contagia paz. Paz que lleva a “dar gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Dios nos entregó una vasija de barro y nos pidió que no la guardáramos con miedo a que se pudiera romper, sino que fuéramos testigos de ese barro, lo importante no era la vasija sino el barro. Así cuenta la historia de los artesanos de Chiapas:

Entre los indígenas de Chiapas, cuando el maestro derrotado por los años, decide retirarse, le entrega al alfarero joven su mejor vasija, la obra de arte más perfecta. El joven la recibe y no la lleva a casa para admirarla, ni la pone sobre la mesa en el centro del taller para que en adelante le sirva de inspiración y presida su trabajo. Tampoco la entrega a un museo. La estrella contra el piso, la rompe en mil pedazos y los integra a su arcilla para que el genio del maestro continúe en su obra. La obra de arte es tradición, entrega de un arte solo reproducible por la mano de otro artista si recrea lo creado por su maestro. Si lo destruyera no podría incorporarlo, pero si no lo retomase con libertad creadora, tampoco. En el primer caso solo habría vandalismo, en el segundo plagio. Lo que evita ambos es la paciencia: en ella hallamos las grandes tradiciones creadoras.

Seamos personas de paz, que den paz y seamos testigos de ese barro recibido.

¡Buena y feliz 2ª semana de Pascua!