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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 374

Carta nº 374     Julio 1909

“Arréglense lo mejor que puedan, y Dios les ayudará”

Qué sabiduría innata y de sentido común tenía la Madre Cándida. Primero arréglense ustedes. Me recuerda lo del evangelio cuando Mateo en el capítulo 5 nos cuenta la historia de cualquier persona que va a llevar ofrendas a Dios sin estar en paz con su hermano, lo primero, nos sigue contando Mateo, ve a reconciliarte con tu hermano y después trae las ofrendas a Dios. Pues algo así: Dios siempre ayuda, pero como dice una canción, necesita nuestras manos, nuestros pies y nuestro corazón.

Es un mensaje difícil de poner en marcha, muy difícil de llevar a la vida, porque exige mucho, exige perdón, exige dar ese primer paso para encontrar la paz. Y. sinceramente, es más fácil llevarle flores al altar que reconciliarte con tu hermano. Así de sencillo y así de claro. Pero sabemos que no estamos llamados a lo fácil, sino a lo que nos marca el evangelio. Y eso lo tenía muy claro la Madre Cándida: la felicidad viene desde la luz del evangelio.

Dios siempre, Dios siempre, porque Dios, como twittea Silvia, no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas (San Agustín).

La Madre Cándida nos pone en la tesitura del evangelio de ayer. Mateo proponía la historia de la moneda y de a quien había de pagar. La respuesta de Jesús sólo aportó claridad: a cada uno lo suyo. La Madre Cándida nos dice que ante la disyuntiva de hacer nosotros solos las cosas o dejarlo todo en las manos de Dios, lo mejor es hacer cada uno la parte que le corresponde. Poner nuestras manos sabiendo que Dios nos ayuda es la solución ante la duda de qué hacer. En definitiva, se trata de amar, se trata de encontrar el sentido de esta palabra y descubrir su razón que nos mueva. Amor es construir grandes cosas con retales de detalles. Porque los detalles son los que definen con nitidez cómo es mi amor. Tal como se descubre en los detalles de Jesús de Nazaret en el evangelio.

Hagamos el propósito de unir nuestras manos en Dios, hagamos todo lo mejor que podamos con la certeza y la confianza de que Dios siempre, siempre, nos ayuda y nos ayudará. Hagamos que los detalles hablen de la clase de nuestro amor y de nuestro amar.

Antonio Grau

Lee la carta 374 de la Madre Cándida (pincha aquí)