Carta nº 368 Enero 1909
“…que Jesús nos bendiga y nos dé su gracia para que llevemos como es de su agrado el nombre tan grande que llevamos, siendo verdaderas Hijas de Jesús”
Lo primero que me pregunto cuando leo, una vez más, lo que la M. Cándida escribió en el inicio del siglo XX es: ¿qué nombre llevo? Ellas ya llevaban unos años el nombre de Hijas de Jesús, de la misma forma que otras y otros tenían su nombre propio. Lo mismo ocurre hoy en el inicio del siglo XXI, unos 108 años después, cada uno lleva su nombre, incluso dentro de la misma familia de cristianos. Cada uno lleva su nombre, pero, desde el respeto, eso no es problema. La clave está en que ese nombre sea del agrado del que llevamos el apellido, del agrado del origen del nombre, del agrado de ese Jesús que nos bendice y nos da su gracia.
Hoy mi nombre es: ser verdadero laico, ser verdadero. Y ser verdadero laico desde el carisma de la M. Cándida, compartido y vivido gracias a las Hijas de Jesús. Y detrás de todo ello, laico desde la alegría del evangelio. Y vivirlo en comunidad, junto a otros con los que me encuentro a lo largo del camino, conocidos o nuevos. Y viviendo los momentos como vengan. Como los de Emaús, como la samaritana, como tantos y tantos que se encontraron con Jesús a lo largo de todo el evangelio. Cada uno con su momento y su necesidad.
Ayer Mateo nos recordó cómo poner en marcha una vez más nuestro nombre: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Ahí debemos estar cuando la vida te ponga dificultades. Como decía una canción: “Reunidos en el nombre del Señor,…bajo el signo del amor y la unidad”.
Ser verdadero, como esas pequeñas flores preciosas que vemos en la orilla del cualquier camino, en un rincón de un peldaño, en una junta de adoquín, y nos preguntamos cómo es posible que estén así de bonitas, cómo es posible que hayan florecido. Dios las cuida como nos cuida a nosotros: siempre está ahí. Por eso nuestro nombre es grande, porque es fiado de Dios. Y por eso cuando afeamos un poco ese nombre, es cuando Dios se acerca como Padre bueno y nos da ese abrazo que provoca un cambio brutal en nuestra vida. Muchos hemos visto pequeñas (o grandes) flores o plantas como las que he comentado. Lo que ocurre es que para verlas hay que ir despacio, hay que ir mirando y disfrutando el camino.
Disfrutemos con esas pequeñas perlas de Dios, hagamos una foto y si os parece, la compartimos juntos. Yo me ofrezco a colocarlas en las próximas perlas. No es preciso que sean de una calidad extrema, quizá sólo con el móvil. Os ofrezco mi número por si facilita enviarlas por whatsapp:647374237. Si queréis enviarlas por mail: antoniograusaez@gmail.com.
Que Jesús nos bendiga como bendijo a la M. Cándida y nos dé su gracia para que llevemos nuestro nombre como verdaderos cristianos.