PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 357

Carta nº 357     septiembre 1908

“… pues ya sabe que no tenemos más que 4.000 pesetas y mucha esperanza en la Providencia divina”

Cuando los discípulos estaban con miedo, con las puertas cerradas, es porque estaban pendientes más de las pesetas que de la esperanza. Lo que Jesús les hizo fue cambiarles la perspectiva. La M. Cándida lo entendió con claridad. Partió del realismo y siempre con los pies en el suelo, y por muy difíciles que fueran las circunstancias no se dejó apabullar por ello, la esperanza en Dios está por encima de las dificultades. Da igual el signo de las dificultades, da igual, no importa, lo que realmente importa es dónde ponemos nuestra mirada y nuestro corazón.

Tener mucha esperanza es confiar y volver a confiar nuestra vida en sus manos, nuestro hacer en su hacer, que no significa no hacer, sino hacer y ser de esa forma que hicieron los discípulos después de que el Señor les saludara con la paz y volvieran a llenarse sus corazones y volvieran a confiar.  La diferencia es que ellos se lo creyeron de esa forma tan especial y a mí me cuesta un poco más. Me lo creo, pero me falta ese después, donde tu vida cambia y transforma. Pero estoy en camino y convencido que este es el mejor camino. Sin duda.

Seguimos en tiempo de pascua, en tiempo de esperanza en la providencia como dice la M. Cándida. Por cierto, es importante recuperar esta palabra llamada Providencia, divina providencia:

“Suprema sabiduría de Dios que rige el mundo y a los hombres y cuida de ellos.”

Sabiduría de Dios que nos cuida. Y cuando Dios nos cuida, ¿qué podemos temer?

Seguimos en tiempo de resurrección, en tiempo de fe, en tiempo de sentirse bienaventurado por haber creído sin haber visto.

Que la alegría de la resurrección “motive” nuestra vida.

Y no es por casualidad que la resurrección coincida con el renacer de las rosas en la huerta, con su aroma y su belleza. Gracias.