Carta nº 340 septiembre 1907
“pediremos mucho para que todo se arregle bien y todo sea para gloria de Dios”
La oración siempre presente en el pensamiento y en la acción de la M. Cándida. Los demás siempre en su corazón. Y cuando las manos no llegan es cuando el corazón apoya. En el caso de la M. Cándida siempre el corazón y las manos al unísono, ahí es donde las personas se hacen grandes.
Hace dos días Nochebuena, ayer Navidad y hoy S, Esteban. Días de familia y de sillas llenas y vacías, de recuerdos entrañables y de celebraciones. Son días para reencuentros y abrazos, días de alegría. Y todo ello sin olvidar el origen de lo que estamos celebrando, sin olvidar la razón. Eso sería la único triste de estas fechas, que nos quedemos en la fiesta y nos olvidemos que lo más importante es que “el Niño nazca en nuestros corazones”. Creo que esta frase de la M. Cándida es la clave para estos días y, sobre todo, para el futuro, porque si el Niño inunda nuestro corazón, nuestra vida será diferente, nuestros pensamientos serán los del Evangelio y nuestras acciones serán las del Reino de Dios.
Y seguiremos pidiendo para que todo se arregle bien, para que todas las guerras iniciadas y sin sentido recobren la normalidad para las personas; para que todos los rencores y odios se vayan diluyendo y para que todo lo hagamos para gloria de Dios.
Cuando la gloria de Dios es lo primero, nos pasará como a los pastores que estaban cerca del pesebre, lo dejamos todo para cuidar y atender a los que nos necesitan sin nada más que saber qué es lo que tenemos que hacer y, por supuesto, sin esperar más recompensa que la que Dios nos tiene preparada.
Y así pasarán los días y nos acercaremos a un final de año donde volveremos a celebrar. Quizá deberíamos recordar el día de ayer, donde lo insignificante se hace grande, donde lo sencillo atrae a la gente sencilla y donde la pobreza es fuente de felicidad, lo justo es suficiente y los demás son clave para ese futuro. Porque Dios nunca abandona, porque nosotros no debemos abandonar.
Y ahora, que. Qué hacemos con la vivido, con qué llenamos nuestro corazón. ¿Dónde encontramos el secreto y la gasolina para seguir caminando? Pues donde siempre, en Dios. En Él seguiremos confiando un año más. Él seguirá siendo nuestra luz, desde un humilde pesebre o desde una cruz.
Que el Dios de la PAZ inunde nuestros corazones y desde ahí transforme nuestra vida.