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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 325

Carta nº 325     Octubre 1906

“Está bien que hayan tenido la fiesta de Santa Teresa, etc. Sea todo para gloria de Dios”

¡Qué bueno es tener referencias en la vida, tener esos puntos de orientación para cuando lo necesitas, esas vidas de personas sencillas que señalan el camino! Santa Teresa fue luz para la M. Cándida, igual que Santa Teresa de Calcuta siempre ha sido luz especial en la vida de muchos de nosotros. Octubre tenía que ser ese mes especial donde se unen esas vidas de santos, de esas personas que se fiaron de Dios para caminar de mejor forma, sin que eso supusiera, en su día a día, nada de facilidades.

¡Qué bueno es celebrar las fiestas de los santos! Nos recuerda que estuvieron ahí, que estuvieron caminando como nosotros, pero que, en un momento de su vida, decidieron que Dios debía tomar más protagonismo que su propia vida. Y lo que más me gusta de ellos es que nunca se despegaron de su humanidad, de su normalidad, de su ser persona de su tiempo. Pero encontraron ese “clic” que hizo que su vida tomara un rumbo nuevo para ellos y para los demás. Porque cada santo tuvo su “clic”. Y pienso en el “clic” del Rosarillo como ese momento especial para la M. Cándida.

Entre todos los santos hay muchas características similares, pero hay una especialmente común: su vida es para mayor gloria de Dios, su vivir es para los demás, sus pasos son para Dios.

“Me pondré en camino adonde está mi padre” Así hemos repetido ayer con el salmo 50, y después Pablo nos recordó la gran misericordia de Dios para con su persona. Y el remate lo puso Lucas en su capítulo 15 cuando nos cuenta las tres historias:

  • La oveja perdida y encontrada: el tesón de Dios por encontrarnos.
  • La moneda extraviada: la alegría del encuentro, aunque sea algo pequeño.
  • Y por fin, el hijo perdido y recuperado: el regreso provocado por saber que Dios Padre siempre nos está esperando con los brazos abiertos y el corazón alegre al recuperarnos.

Muchos de los santos entendieron muy bien a Lucas. Entendieron que merecía la pena entregar su vida             para recuperar para Dios vidas perdidas, simplemente con su ejemplo y sus manos para todos.

 

Hacen falta santos. Hacen falta personas que se crean esto y descubran su “clic”. Creo que el mundo sería distinto.
Hacen falta santos que no se cansen de llamar a las puertas de nuestro corazón.