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Padre Tom: «Para el futuro no tengo otros planes que hacer la voluntad de Dios»

El misionero salesiano indio Tom Uzhunnalil cuenta cómo vivió los 18 meses de cautiverio, en una entrevista exclusiva para la Agencia de Información Salesiana (ANS)

Padre Tom, ¿cómo ha pasado estos 18 meses de secuestro y cómo le han tratado sus secuestradores?

Fue realmente un tiempo muy largo. No hacía otra cosa sino orar. Tuve las piernas y las manos atadas, pero solamente por algunos días. Pasaba el tiempo orando. Oraba por todas las intenciones posibles. Por lo general dormía, oraba, pensaba en las clases de técnica que solía dar, mentalmente preparaba algunas lecciones… Y por la noche me quedaba dormido. Todos los días transcurrían de esta manera. No tenía ninguna comunicación con el mundo exterior, ni sabía dónde estaba. Mis secuestradores no me lastimaron ni me torturaron. Me daban de comer tres veces al día. Solamente una vez me preguntaron algunos detalles sobre mi familia, los lugares que había visitado, la gente que conocía… Yo era su prisionero y estaba sentado todo el día en una almohada esponjosa, y cuando me sentía cansado, me dormía un poco o me quedaba dormido. Mis días han pasado de esta manera.

¿Qué sintió cuando se enteró de la muerte de las religiosas y las otras personas en el ataque en Adén?

Era el 4 de marzo de 2016, era un viernes. Después de la adoración eucarística y la bendición eucarística para las cinco hermanas, desayuné. Luego pasé un tiempo en la capilla, en la oración personal. A las 8.40 am, recién salido de la casa de las hermanas, escuché un disparo y casi inmediatamente después uno de los atacantes me bloqueó las manos. Le dije que era de origen indio. Me puso en una silla, cerca de la sala de seguridad, cerca de la puerta principal del instituto. Las hermanas ya estaban en su trabajo con los ancianos. El jefe de los atacantes fue en busca de las religiosas, que ya estaban trabajando, y volvió con dos de ellas. Luego retornó por las otras dos hermanas, que fueron dejadas en la puerta principal. Nuevamente se fue en busca de la quinta religiosa, pero no la encontraron. Volvió a la puerta principal, donde había dejado a las hermanas, las sacó fuera de la puerta y fuera de mi vista, disparó y las asesinó. Volvió en busca de las otras dos hermanas que estaban muy cerca e hizo lo mismo. Todo sucedió dentro del instituto. Rogué a Dios para que fuera misericordioso con las hermanas y para que tuviera piedad de los secuestradores. En aquel momento no lloré, ni temí a la muerte. Después de haber cometido el asesinato, me metieron en el maletero del coche, que estaba estacionado cerca del instituto de las hermanas, y me encerraron. Ellos fueron a la Capilla de la comunidad, sacaron el tabernáculo con el Santísimo y lo tiraron en el maletero del coche donde me habían metido. Y me llevaron de esa manera. Sentí una gran angustia. He rezado a Dios para que fuera misericordioso con las hermanas y con las víctimas, y he orado para que perdonara a los asesinos. Le pedí al Señor que me diera la gracia y la fuerza para aceptar su voluntad y permanecer fiel a Dios, para ser fiel a la misión por la cual Él me ha querido en ese lugar.

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