¡Qué sencillo lo sintió Jesús!
Si lo hubiéramos sabido vivir!
Tan simple como nos lo enseñó:
¡Padre nuestro!… ¡Pan nuestro!
El pan partido, repartido y compartido por todos, fraternalmente.
Pero no fue así.
Heridos por el pecado de origen: quisimos ser como dioses... Y a costa de nuestros hermanos.
Y fue Caín el primero que rompió la fraternidad. «¿Dónde está tu hermano?»
Y Jesús mismo, después de pedir el pan nuestro pide perdón por nuestras ofensas… ¡Deudas en versión antigua!
¿Por qué «aproxima» Jesús «el pan nuestro» con la ofensa a Dios, la ofensa entre nosotros, la tentación y el mal?
¿Tendrá que ver el pan nuestro con la ofensa?
¿Tendrá que ver el pan nuestro con la tentación?… ¿Con el mal?
Algo o bastante nos queda de Caín.
Es verdad que Hechos nos habla de la comunidad fraterna de los primeros cristianos.
Pero es verdad también que Santiago y Pablo ya se lamentan: «Idos en paz, calentaos y hartaos’, pero no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?». Santiago 2,16
«Cada uno se adelanta a comer su propia cena, mientras uno pasa hambre». Pablo 1 Cor 11,2
El pan que Jesús había multiplicado sintiendo compasión por tanta gente que le seguía, para que no desfallecieran…
Y los peces y el vino de la fiesta en Caná.
Se acordaría del cántico de su madre…. «A los hambrientos los colma de bienes».
Era el sentir y la praxis del pueblo de Israel, recogido después por toda la Patrística, ha devenido «tradición» en la Iglesia.
Tradición: lo que se «entrega» de generación en generación.
Con el desarrollo técnico, la revolución industrial, el progreso… Las posibilidades de poder y opresión se estructuran en economías que agreden el orden social.
Las simas de injusticia se agravan.
La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, paradigmática de pueblos y naciones: Ricos opresores y pobres oprimidos hasta la vejación.
León XIII pulsando la injusta realidad social y recogiendo todo la tradición bíblica y patrística de la Iglesia de Jesús, sacude nuestro letargo con su «Rerum novarum».
Una serie de encíclicas sociales jalonan desde entonces el magisterio de la iglesia: Once hasta ahora.
Por citar algunas: «Mater et Magistra», «Pacem in terris», «Populorum progressio», «Caritas in veritate», «Laudato si»…
Y la que firmará el próximo octubre en Asís :»Fratelli tutti»… Tendrá que ver con la fraternidad del PADRE NUESTRO y el pan NUESTRO, también.
Además de las continuas catequesis semanales, han ido conformando la llamada Doctrina Social de la Iglesia: Principios básicos de relaciones justas en el ámbito de la producción y trabajo humano: La dignidad de la persona, el bien común, el derecho al trabajo y condiciones laborales, la subsidiariedad, la función social del capital, la solidaridad…
Objeto de estudio en universidades católicas. A veces, tenida en cuenta en códigos legales.
Pero el embrión, el ADN, de toda preocupación por la «cuestión social» es el «pan nuestro» que Jesús pedía al Padre nuestro, sintiéndonos y constituyéndonos: hermanos.
Ese pan, quasi sagrado, que nuestros ancestros, con respeto, lo signaban con la cruz antes de partirlo.
Ese pan: símbolo y realidad de entrega: esto, el pan, es mi Cuerpo que se entrega por vosotros.
Mª Teresa Zugazabeitia, FI