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La tiranía de las notificaciones

Vivimos en una época en la que estamos controlados por una gran tirana: la notificación. Y es que es un hecho que el smartphone se ha convertido en un instrumento esclavizador, consiguiendo que apartemos la atención de lo que estemos haciendo para echar un vistazo a ver qué nos trae de nuevo la lucecita intermitente o el sonido de aviso de rigor. Estamos inmersos en la era de la tiranía de las notificaciones.

¿En qué nos afectan las notificaciones? Lo bueno y lo malo

Las notificaciones las podemos ver desde dos ángulos distintos.

Por un lado, no podemos negar que las notificaciones, de todo tipo, nos ayudan a organizarnos mejor y a no perdernos nada. Pensad si no en lo importante que es, por ejemplo, y aunque nos apartemos del mundo digital, el timbre de aviso al terminar la cuenta atrás del temporizador de nuestro microondas. Saber que el electrodoméstico nos va a avisar cuando pase el tiempo que hemos establecido nos permite poder hacer otras cosas sin tener que estar atentos a si la comida que estamos calentando se quema o se queda fría. Ya en el plano de lo digital, existen multitud de aplicaciones que nos permiten estar al tanto de lo que ocurre en el mundo. Así, podemos suscribirnos a ciertos medios, perfiles, cuentas, o como en cada caso se llamen, y asegurarnos de que cuando salte una noticia importante, la aplicación nos avisará para que acudamos raudos a informarnos.

Sin embargo, por otro lado, cuando el número de las notificaciones que recibimos al cabo del día conlleva a una masificación de las mismas, esto degenera en una serie de efectos negativos, entre los cuales posiblemente el más importante sea la preocupante tendencia a la distracción. ¿Quién de nosotros no se ha encontrado nunca viendo una película o un programa de televisión, cenando en compañía de la pareja o trabajando en la oficina y se ha pasado todo el tiempo consultando compulsivamente la pantalla del móvil ante el incesante bombardeo de notificaciones?

Nos hemos acostumbrado tanto a recibir notificaciones que estas han provocado que realicemos la misma consulta incesante a nuestro móvil sin ni siquiera haber escuchado ningún tono de aviso ni haber visto ningún testigo luminoso delator. Estamos comiendo y la vista se nos va sin darnos cuenta al dispositivo móvil que hemos colocado, tal vez también de manera inconsciente, a nuestra vera.

Continúa leyendo el artículo de Sergio Redondo en entreParéntesis