Zafir nació dando la bienvenida al siglo XX, cuando aún existía el Imperio Otomano, no se había hundido el Titanic y vivía su adolescencia cuando protegía en su casa a dos víctimas del genocidio armenio. Esta mujer yazidí vio la luz por primera vez el 1 de julio de 1900 en Irak (según figura en sus papeles de registro) y, hasta el día de hoy, sus ojos siguen brillando aunque ya no pueda ver. Es más vieja que el estado iraquí, fundado en 1916.
Kristina, miembro de la ONG Yazda, acompaña y visita frecuentemente a la que posiblemente sea la refugiada más longeva de Grecia (se conoce otro caso de una refugiada siria de 115 años). Zafir le agarra la mano muy fuerte en señal de gratitud. «Gracias, gracias». Y es gracias a ella que la anciana podrá oler, tocar y sentir al resto de su familia en Alemania.
«Es una mujer con sentido del humor, siempre riendo y hablando del momentos del pasado. Es un espíritu vivo», comenta Kristina.
Siempre cuenta historias del pasado. Sus únicas palabras sobre el presente son con forma de pregunta: «¿Puedo reunirme con el resto de mi familia?». Esta anciana de 116 años llegó a la isla de Lesbos el 24 de febrero. Su travesía, huyendo del Estado Islámico hacia tierras europeas de la mano de su hijo Barakat, su mujer y sus cinco nietos de entre cuatro y 12 años, les convierte en otra familia de supervivientes entre los miles de seres humanos que cruzaron el Egeo.
– ¿Cuál es tu secreto Zafir?
– El secreto de mi longevidad es tener el espíritu de un niño durante toda la vida y permanecer con la familia incluso cuando ya has crecido. El espíritu de comunidad te mantiene con vida.