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Cuando se acaban los fuegos artificiales

«Me gustaría decir que vivimos en un mundo de música disponible, música de consumo inmediato (fast-food music) sin ningún contenido y creo que esto podría ser una victoria para todos aquellos que hacen una música que en realidad significa algo. La música no son fuegos de artificio, la música es sentimiento. Así que intentemos cambiar esto y traer de vuelta la música, que es justo lo que importa».

Esas fueron las palabras de Salvador Sobral al recoger el premio del festival de Eurovisión. Aplaudidas a rabiar, quizás por lo paradójico y al tiempo verdadero de proclamarlas en un escenario donde hace ya años que la música parece no significar nada si no se rodea de fuegos de artificio. Quizás esto sea algo cíclico. Ahora una canción intimista, mañana una música con aires celtas, dentro de un tiempo volveremos al rock y en tres o cuatro regresará el solista pop con tantas horas de gimnasio como de escenario, rodeado de animaciones espectaculares. Quizás no podamos pensar –aunque nos gustaría- que lo ocurrido en Kyev sea la metáfora de un renacer del buen gusto, o magnificar lo ocurrido (aunque haya sido magnífico).

Continúa leyendo la reflexión de J.M. Rodríguez Olaizola en PastoralSJ