El Equipo de Pastoral Juvenil Vocacional de la Provincia ha reflexionado sobre caminar con los jóvenes en el marcos de la cuarta llamada a la acción apostólica de la CG XVIII que dice así:
«Jesús sigue llamando a los jóvenes a vivir la vida con sentido. Somos invitados, como Familia Madre Cándida, a seguir insertándonos en la pastoral eclesial con los jóvenes y a caminar con ellos. El Sínodo de 2018 nos ofrece propuestas orientadas a renovar la pastoral juvenil vocacional y a liberarla de esquemas que ya no son eficaces. Los mismos jóvenes son agentes de pastoral juvenil, acompañados y guiados, pero libres para encontrar caminos siempre nuevos con creatividad y audacia (…). Ellos nos hacen ver la necesidad de asumir nuevos estilos y nuevas estrategias.»
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Texto:
¿Dónde y cómo están los jóvenes?
¿Dónde y cómo estamos con los jóvenes?
A la luz del encuentro con el Resucitado, con ese Dios que es amigo de la VIDA, sentimos una invitación a redescubrir a los jóvenes, a cada joven. Creemos que este tiempo de confinamiento puede ser una oportunidad para hacerles más espacio en nuestro corazón y en nuestras vidas, a los jóvenes cercanos y conocidos, a los lejanos y anónimos, a los que confiesan su fe y a los que dudan… El joven que sueña, ríe, se alegra, llora, sufre, fracasa, se rebota, calla, alza la voz, se solidariza, vive para sí… Ese joven que es TIERRA SAGRADA, preparada y disponible para los encuentros y el ENCUENTRO. Ese joven, buscador incansable, que acoge esas preguntas de vida que quieren ser un regalo de otros que tenemos más años y más camino recorrido, pero ambos en proceso, en construcción. Camino compartido, sostenido, acompañado, donde uno y otro somos testigos de que Dios, cuando nos toca por dentro nos cambia la vida a mejor. Camino de silencio, de preguntas sin respuestas, de sabernos instrumentos, de respetar procesos, de esa verdad descubierta que muchas veces duele, de momentos decisivos y arriesgados, de esa alegría profunda que sólo puede venir de Él, Jesús, el Señor de nuestras vidas. Ese Jesús que sale sorpresiva e inesperadamente al camino donde se fraguan las cosas sencillas de la vida. Es ahí en lo cotidiano donde nos invita a ser de su gente, de esa gente que da y sobre todo se da sin exigir, de esa gente que soñamos a lo grande, que nos desvivimos y nos desgastamos por el proyecto de Dios, que es tan humano y tan humanizador.
Y en el corazón de los jóvenes, también querido y habitado por Dios, hay una experiencia y brota una oración:
Señor, eres mi acompañante, ¿qué más puedo pedir?
Siento en mi corazón tu Amor incondicional y me ayuda a descansar.
Descubro con felicidad que “ESO”, el remolino de sensaciones, la alegría tan fuerte,
ese chorro de energía tan inmensa, eres tú, Jesús, ¿qué sería, si no?
Me conduces y me guías por la vida con libertad y Paz.
Tu Pan y tu Palabra me dan nuevas fuerzas para afrontar cada día con amor, perdón y compromiso.
Me llevas a responder SÍ; a dar lo mejor de mí mismo,
y me enseñas que lo mejor es MÁS, siempre MÁS; verdadero MAGIS.
Aunque esté en mi peor momento, y tenga miedo, sé que lo atravesaré y lo superaré;
porque tú, Señor, te pones de mi parte, estás siempre conmigo.
Tu escucha, tu mirada, tu palabra y tu silencio me inspiran confianza.
Me quieres feliz siendo yo misma, con mis fallos y aciertos ¿por qué le tengo que caer bien a todos? Tú me haces ver que no es necesario.
Tu bondad y tu amor me acompañan todos los días de mi vida.
Y en tu casa, que es el mundo, nuestro querido y herido mundo, Señor,
quiero vivir contigo para siempre.