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Mucha oración y reiniciar el sistema – de Miguel Ángel Álvarez

Comienzo contándoos algo que me pasa con bastante frecuencia. Mucha gente acude a mí, no solo para auxilio espiritual, sino también por problemas informáticos y telefónicos, por llamarlos de algún modo.

Ya saben: “¿cómo se hace tal cosa?”, “no me funciona esto”, “me apareció esto aquí”. Habitualmente son cosas muy sencillas de arreglar y lo hago sin mayor problema. Por eso, cuando me preguntan cómo lo hice, respondo de forma irónica diciendo que hay cosas que solo salen con mucha oración. Pero lo único que hago es apagar y volver a encender, o dicho de otra forma, “reiniciar o resetear”. Si la cosa es muy grave, la intervención tiene que ser más agresiva y hay que restaurar el sistema, volviéndolo a los valores de fábrica. Otras veces hay que formatear o poner un disco duro nuevo además de ampliar memoria. Es frecuente que los equipos se vuelvan lentos por virus o por acumulación de archivos y aplicaciones de todo tipo que no sirven para nada. Ya, en el peor de los casos, no queda otra opción que comprar un equipo nuevo porque el que teníamos se quedó obsoleto y no cumple con las exigencias actuales.

No soy experto ni técnico ni científico, pero es fácil pensar que los móviles, que no se apagan nunca, acaban saturados y fallando. Hasta las máquinas necesitan un pequeño descanso o desconexión para empezar de nuevo y funcionar correctamente. Se trata de que el sistema ponga las cosas en su sitio.

Otras veces las máquinas encienden mal y se produce un fallo en el proceso de arranque. Cuando esto pasa, la única opción es empezar de nuevo para hacer el proceso completo sin saltarse ningún paso.

Pues si así ocurre con las máquinas que solo hacen una cosa y siempre del mismo modo, y no tienen sentimientos y alma, piensen ahora cuánto más las personas.

Continúa leyendo  esta reflexión del párroco de San Froilán en Falando Baixiño