La educación no consiste solo en transmitir información, aunque algunos se empeñen en asegurar lo contrario. La escuela sirve para aprender matemáticas, ciencias, lengua ¡por supuesto!… pero la educación que ofrecemos en nuestras escuelas debe servir también para responder a estas preguntas:
– ¿Quién soy?
Lo que los alumnos y alumnas aprenden en el colegio debe ayudarles a conocerse, es decir, ser conscientes de sus fortalezas y sus debilidades, de sus posibilidades y sus límites. Debe servir para que tengan confianza, para que persigan sus sueños, su vocación. La escuela debe ayudar a los alumnos y alumnas a ser más perseverantes, más resilientes, más meticulosos.
– ¿Dónde estoy?
La escuela debe preparar para el presente. Debe ayudar a los alumnos y alumnas a ser capaces de participar activamente de la escuela, de la familia, de los amigos. Debe dotarles de las habilidades y destrezas que les permitan disfrutar de la infancia con plenitud.
– ¿Adónde voy?
También debe prepararles para ser capaces de afrontar la incertidumbre del futuro. Debe dotarles de las herramientas que les permitan aprender a lo largo de toda la vida, adaptarse a los cambios y salir con éxito de los desafíos a los que deberán enfrentarse.
Para que la educación sea capaz de dar respuesta a estas tres preguntas necesita de las 4 T: tiempo, templanza, ternura y trabajo.