Septiembre… Octubre… Vuelvo sin querer a las raíces. Tantos años de exámenes y evaluaciones. Claustro de profesores, reuniones de Seminario: objetivos y programaciones. Adjudicaciones de cursos y materias… Queda tanto poso y estrato, tanta vida en la escuela, que el cimiento deviene ya roca.
“Somos lo que somos, por la educación”, no sé dónde lo he leído. Me parece que es muy real.
Además esta mañana, en la radio, hablaban de Singapur y Corea… reconocían que todo su actual desarrollo, se debe a la inversión realizada en educación: capital humano conseguido, motor y sinergias de su esplendor actual: social y económico.
Pues, que al compás de la educación, se me ha ocurrido repensar en aquella primera concreción de nuestra Forma Congregacional: el Catecismo, que anotó la M. Cándida.
Y me encuentro en sintonía. Las redes sociales me sirven sincrónicamente dos sentires del Papa: Aperuit Illis, realzando la Palabra de Dios, y este mes de octubre especialmente misionero que culmina en el Domund.
Hace bien volver a escuchar la homilía del Papa el primer día de Octubre: “Animo, el Señor espera mucho de ti. Espera también que alguien tenga la valentía de partir, de ir allí donde se necesita más esperanza y dignidad, allí donde tanta gente vive todavía sin la alegría del Evangelio /…/ Ve, el Señor no te dejará sólo, dando testimonio, descubrirás que el Espíritu Santo llegó antes de ti para prepararte el camino. Ánimo, hermanos y hermanas, ánimo, madre Iglesia. Vuelve a encontrar tu fecundidad en la alegría de la misión!”
“Fides ex auditu” (Rom.10,17). Para evangelizar hay que escuchar la Palabra. Hay que hacer resonar el Evangelio de Jesús. Precisamente, la raíz griega de catecismo contiene el lexema “ekhein” significando: “resonar”. No es pues, el catecismo simplemente, un resumen, un compendio escrito de principios.
Hay que hacer resonar el Evangelio, para que por el oído, llegue al corazón que asiente y germina en adhesión y seguimiento de Jesús: su persona, su referencia al Padre, sus actitudes y sentimientos; ése pasar haciendo el bien, sanando toda enfermedad. Ése amar hasta el extremo, hasta dar la vida. Estará con nosotros, hasta el final; porque Él vive!
En aquel tumultuoso final del siglo XIX las fuerzas del mal habían proscrito el Catecismo de las escuelas públicas. Conocían su fuerza virtual en la infancia, en la niñez.
No es aventurado pensar que el P. Herranz, preocupado por esta campaña laicista, que impedía la catequesis y educación cristiana en los pequeños, optara remediarlo accediendo a las escuelas públicas a través de maestras cristianas. Pero el Espíritu de Dios soplaba más recio y contundente. Y propicia el encuentro en San Felipe de la Penitencia con Juana Josefa. Después, la experiencia en aquel altar lateral del Rosarillo, relatada por aquella joven, con tanta sencillez como firmeza, confirmaba las inspiraciones que también el P. Herranz sentía.
Contra viento marea, los dos, personas de intensa fe, empiezan a caminar en la ardua tarea de fundar una Congregación religiosa, las Hijas de Jesús. En la fiesta de la Inmaculada de 1871, nacía en Salamanca, en aquel viejo caserón de la calle de Gibraltar.
Los rasgos fundacionales, específicos, que conforman su identidad, quedan troquelados en la FORMA CONGREGACIONAL.
La M. Cándida prima el Catecismo a los párvulos, como concreción primera para llegar a la Educación Católica de los Pueblos, mediante la educación cristiana de la niñez. Por la niña de hoy, atisba la mujer del mañana y su decisivo influjo en la sociedad. Sobre todo en la familia.
En “Consejos para la educación cristiana” vela porque fluya límpida la inspiración fontal:
“se asegurará de que todo se hace según el espíritu de las reglas y que la doctrina y religión es lo primero en la instrucción”
“se servirán del catecismo aprobado por el obispo de las diócesis”
“ les pondrá en sus manos catecismos razonados”
“ todos los días el catecismo; se hará todos los días, o según convenga, una instrucción cristiana proporcionada a la edad y capacidad para que crezcan en virtud y piedad por la costumbre contraída”
Podríamos multiplicar los textos que revelan la intuición carismática y razón de ser de la Congregación. Sorprende que el catecismo sea criterio de promoción o adecuación de clase:
“Las niñas se dividirán en tres clases: la primera, de las niñas de más edad o instrucción, deben saber el catecismo, todo..; la segunda, serán menos instruidas, pero que ya lean el catecismo…”
El P. Herránz en sus Escritos (192), llega a afirmar: “…estarán muy enteradas para poder explicar la doctrina cristiana, fin principal de la Congregación”…/…/” …la doctrina, la doctrina, que la sepan las novicias y hagan ensayos sobre esto para que ellas pierdan el miedo, para explicar…”
El P. García Alcalde, testigo presencial, avalado por la Comisión de Espiritualidad para el Capitulo postconciliar, como “informe” en la hermenéutica congregacional, llega a afirmar:
“…la institución de las Hijas de Jesús fundada por la M. Cándida establece como punto esencial de su Congregación enseñar a los párvulos las primeras letras, pero ante todo y sobre todo el Catecismo. Así constaba en la primitiva fórmula de los votos, añadiendo a los tres esenciales de pobreza, castidad y obediencia este cuarto voto de enseñar el Catecismo a los ignorantes de él” (p.51).
La Iglesia ratifica este medio especial y hace de él una mención – también especial – en el Decreto pontificio de aprobación del Instituto y Constituciones, en 1901.
Y el Espíritu empujó a la M. Cándida que lo hiciera en la infancia y la niñez, etapa decisiva en el devenir de la persona, con el Catecismo, anuncio explícito de Jesús de Nazaret.
En este octubre misionero el Papa nos anima:
“Vuelve a encontrar tu fecundidad en la alegría de la misión!” ,confiada por Jesús:
“Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio”… “seréis mis testigos”…”estaré con vosotros”
Teresa Zugazabeitia F.I.