Yo hablo, tu hablas…

La palabra es nuestra forma de comunicación más habitual, pero cuando no es posible porque no entiendes lo que el otro te dice, la palabra se queda vacía.

Esto es lo que viven muchos inmigrantes cada día. Su reacción es siempre contestar “sí ” a lo que se les pregunta porque les parece que es más educado, pero en un noventa y cinco por ciento no entienden lo que se les propone. Solo, si se intenta hablar despacio podríamos llegar a un
ochenta por ciento.

Esta es mi experiencia de clases con africanos, marroquíes o rumanos, en muchos casos analfabetos. Su deseo de aprender, de poder comunicarse, supera todo esfuerzo. Entenderse entre ellos y con los del país es importante, además de ayudarles a desarrollarse como personas y en su entorno, también les abre las puertas de un posible trabajo.

Al principio, se enfrentan con un idioma desconocido, pero muy pronto conectan con cosas cotidianas del supermercado o del trabajo. De vez en cuando me gusta hacer el ejercicio contrario, ¿qué pasaría si yo estuviera en Marruecos, Senegal o Rumanía y nadie me entendiera?

Este es un voluntariado donde poner nuestro “granito de arena” para colaborar en acogida, cercanía y hospitalidad. Hacer posible la casa común en un mundo donde todos podamos tener un lugar donde vivir, trabajar, poder expresarse, disfrutar de las mismas posibilidades… en definitiva, ser
feliz. A esto somos llamados todos como personas, pero sobre todo como cristianos, todos somos amados por el Padre con el mismo cariño de “hijos queridos”.

Esta es mi experiencia en Alcarràs y agradezco la oportunidad de compartir con ellos un poco de mí tiempo, que siempre se queda corto.

Comunidad de Alcarràs