No ha sido un curso fácil. He tenido la impresión de haber estado en continua adaptación a las circunstancias y en una aceptación, a veces dolorosa y a veces gozosa, de lo que iba sucediendo.
El tele-trabajo (en mi caso tele-voluntariado), en lo referente a reuniones con equipos y comisiones, no lo tuve difícil para adaptarme. Pero el trabajo se multiplicaba porque el acompañamiento al voluntariado de programas, y al de los grupos de las Cáritas Parroquiales, era complicado. Y más complicado aún era ayudar a situarse a un gran número de voluntarios y voluntarias que, por edad, no podían seguir con la actividad presencial. Entre ellas estaba yo. Había que reinventarse, y… ¡lo hicimos! Remodelación de las actividades, acompañamientos telefónicos, creación del voluntariado Sénior, encuentros virtuales. Después de todo reconozco que sólo puedo agradecer que el Señor de la Historia, de esta pequeña historia que vamos haciendo la Comunidad de Cataluña, se haya hecho presente en todo momento.
No ha faltado tampoco la presencia del virus. Había razonado muchas veces que mi vida no valía más que la de los demás y que podía llegarme el momento y… me llegó. La experiencia me ha hecho reflexionar sobre el alcance universal de esta pandemia y la desigualdad de oportunidades para salir bien parada de ella, además de otras muchas cosas.
En la Cáritas Parroquial, hubo que buscar soluciones para la reducción de atenciones ya que yo no podía hacer entrevistas por mi edad. Comenzamos a dar citas con intervalos de tiempo suficiente para que entrevistara sólo el técnico, pero las personas que llegaban para la campaña se multiplicaban. Era muy duro dar cita para dos semanas a personas que llegaban sin nada, que tardarían días y semanas en encontrar trabajo o que no tenían perspectivas de encontrarlo. ¿Cómo hacer mío ese sufrimiento si tenía la sensación de que lo estábamos provocando? Buscábamos soluciones, pero el COVID estaba ahí y no era posible obviarlo. Alguna cosa ya se nos ocurrió y retomamos el tema, a las pocas semanas, podíamos atender a todos.
Junto a estas dificultades, alegrías, muchas alegrías, personas que al fin encontraban un contrato y preparaban los “papeles” de residencia, otros que renovaban, alguno que ya podía ir a su país después de 9 años, otro que se casaba, alguno que le nacía un hijo… Están lejos, pero lo viven y lo comparten con nosotros porque para algunos somos su familia aquí. Gracias, Señor, por la oportunidad que tenemos de acompañar compartiendo.
En Arrels Sant Ignasi (Fundación de los SJ para personas sin techo con drogodependencias, en la que colaboramos) también aleteaba el sufrimiento. A uno de los chicos de la comunidad terapéutica le detectan un cáncer de pulmón con metástasis en los huesos. Un insoportable dolor que había que acompañar. No puede moverse y hay que darle la comida, turnos de desayuno, almuerzo y cena. Un equipo de voluntarios hemos estado implicados y complicados. Era muy duro no poder contestar lo que él quería oír cuando preguntaba “¿por qué a mí, por qué a mí?”. Se nos ha ido en dos meses y hemos contemplado cómo Dios actúa cuando se busca sentido al dolor. Creo que, al final, Paco lo encontró en el servicio de los voluntarios y voluntarias que, en silencio, escuchábamos sus gritos de dolor y ha muerto agradecido, sereno y confiado. En el cementerio, estábamos la familia Arrels, despedida serena también y se nos pidió dedicar un tiempo a comunicar la experiencia. Comparto la mía.
“He conocido muy poco a Paco. Lo veía alguna vez a la hora de las tutorías, me llamaba la atención la muleta y pronto supe que aquella muleta soportaba un dolor intenso que poco a poco se iría haciendo insoportable.
El primer día que fui al hospital a darle la cena me pregunté antes de entrar si sabría quién era yo, qué le diría, cómo le hablaría. Sé por experiencia que a un enfermo no se le pregunta ¿cómo estás? Es absurdo, si está enfermo, está mal.
Al entrar le dije: “Hola Paco”, y me sorprendí. “Eres Mª Dolores ¿no?”. “Sí, soy la tutora de David” . Y me atreví a preguntar “¿Cómo te sientes?” con el deseo de que entendiera la diferencia de ¿cómo estás?, y creo que lo captó. Tardó en contestar y me dijo “siento mucho dolor” y me pareció que aquella respuesta no sólo era por el dolor físico, había un dolor interno. No es fácil morir a los 46 años.
En los otros momentos que pude acompañarlo, su dolor crecía y constantemente me venía a la mente el cuarto punto de la contemplación de la tercera semana de EE “Considerar cómo Cristo Nuestro Señor, padece en la humanidad” y pensaba: Paco es otro Cristo crucificado.
Gracias, Paco, por recordarme que el dolor humano también es redentor, disfruta ahora de la resurrección del Crucificado Jesús”.
Agradezco poder ser esa sierva pobre y limitada que está llamada a servir y compartir las limitaciones y las pobrezas de los demás, sintiéndome acompañada y cuidada desde la comunidad.
Mª Dolores Cabello FI
Alcarràs, agosto 2021