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La mer toujours recommencée

Estoy, atardecer ya, en una extensa playa cántabra, desierta a estas horas.
Atraída por la fuerza y belleza del mar.

«La mer toujours recommencée»

Como la siente Paul Valéry en su «cimetière marin» allá en su S’ete natal de la Costa Azul mediterránea.

El sol «se acuesta» ya.
Horizonte rojizo, playa desierta.
Cinco kilómetros de olas que llegan y llegan… y van llegando, cabalgando, sin cesar una detrás de otra:
«La mer toujours recommencée»

Además marea baja.
Y las olas, empujándose una detrás de otra, y otra… y otra.. desde tan lejos…

Sumisas hoy.
Porque suelen ser bravas y ariscas en este Cantábrico,
Cabalgando una detrás de otra… van perdiendo su empaque y empuje a medida que se acercan rendidas a la playa, muy hollada por la gente de la mañana.

Hoy, las orlas blancas de espuma, rebelde, al quebrarse la ola, son menos densas. Menos estallantes.

Hoy, el mar, parece como que reposa.
Pero no; tenaces las olas, una detrás de otra… una y otra vez hasta llegar a rendirse suavemente acariciando la arena.

Tercamente tenaces ellas…las olas…
«Toujours recommencée»!

Ajena la mar a los diversos avatares que acontecen: noche-dia, sol o galerna, abarrotada la playa de gente o desierta, invierno o verano, pandemia o salud, paz o guerra…
«La mer toujours recommencée…»
Y así en todas las playas del mundo.

Tenaz y tercamente: «recommencée»… a pesar de todo.

Vuelve a comenzar.

Siempre me lleva a pensar en el AMOR DE DIOS que siempre renace como «amor primero» a pesar de los avatares que puedan acontecernos.

DEUS SEMPER MAIOR.
Y por muy bello que puede parecernos el símbolo:
«La mer toujours recommencée»… siempre nos queda corto, el pobre lenguaje humano.

Teresa Zugazabeitia FI