Algún discípulo, impactado por la actitud orante de Jesús. Aquellas noches, aquellos amaneceres… le pide que les enseñe a orar, a rezar.
Y Jesús va directo.
Pocas palabras.
Pero densas.
Capaces de estimular y expresar sentimientos desde el hondón de su espíritu.
Porque sin duda alguna, es lo que Él mismo vive, lo más íntimo de Jesús: su sentir del Padre y su misión.
Y lo expresa así, espontáneamente:
¡PADRE NUESTRO!
Invocación directa, ambivalente: ¡hijos y hermanos!
Y Él, con nosotros: NUESTRO.
Y un primer anhelo:
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE. Y un segundo: VENGA A NOSOTROS TU REINO.
Y un tercero: HÁGASE TU VOLUNTAD…
Hijos y hermanos, anhelantes:
TU NOMBRE.
TU REINO.
TU VOLUNTAD.
Es lo que nos seduce y atrae y da sentido a nuestra vida.
Pero no alcanzamos.
Por eso lo invocamos y suplicamos.
Después la súplica se dirige más expresamente hacia nosotros, sus hijos-hermanos.
Y pide el «pan nuestro de cada día» .
Cada día, para no olvidarnos de Él .
Para sentirle que le necesitamos; aunque sea solo por el pan, como aquel hijo pródigo, que volvió a casa por el pan…
Pero, no partimos y compartimos el pan como hijos-hermanos.
Tal vez porque el pan ha sido «mío», en vez de «nuestro».
Y junto al pan, el perdón.
Necesitamos pedir perdón: «perdona nuestras ofensas» .
Hasta ahora hemos sido sujetos pasivos, directa o indirectamente: «santificado sea», «venga a nosotros», «hágase»…
Ahora entramos en acción.
Somos nosotros los que también tenemos que perdonar: «perdonamos».
Nosotros, agentes de perdón y misericordia hacia nuestros hermanos
Porque constatamos nuestra frágil torpeza cainita: nos hacemos mal.
«Perdónanos, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…»
Y podemos rezarlo sin reservas. Porque es Jesús quien reza en nosotros y con nosotros…
Y Él perdona siempre, aun disculpando.
Como lo hizo en la cruz.
Y seguimos recibiendo: «No nos dejes caer en tentación», «líbranos del mal».
De todas estas situaciones, sentimientos, anhelos, peticiones… Además de oración, de síntesis paradigmática del mensaje, del Reino, Jesús sigue comentando, únicamente, como corolario, una sola de las súplicas: la del perdón y reconciliación.
«Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas»
Hace pensar, que Jesús, sólo comente y recalque la relación de perdón y reconciliación y misericordia entre nosotros… es una forma de amar.
Es que, a pesar de nuestra quebradiza arcilla, Él nos sueña, hijos-hermanos:
¡PADRE NUESTRO!
Teresa Zugazabeitia FI