En la biblioteca de casa, además de libros, a veces, vamos dejando pequeños «souvenirs» : el Buda de aquel viaje inolvidable, aquellas vacaciones en Londres, la foto de la boda, aquella cerámica, la pequeña talla de ébano… Un amuleto de la suerte; baratijas de bazares exóticos que hemos encontrado en nuestros viajes… Y más fotos de familia…
Ahí vamos dejando, junto a los libros, nuestros «posos»… pedacitos de nuestra vida y viajes, que, de alguna manera, queremos conservar. ¡Nos dicen tanto!
En esta biblioteca me llama la atención un objeto: un aspa, de metal, toscamente pulimentada. Bastante pesada.
La biblioteca es de un médico, que propició una ONG de médicos en favor del tercer mundo.
Y unas monjas, misioneras en África, se la regalaron.
Es una medida de masa: el peso que balancea y equilibra el grano o la especie que se estipule, para comprar una mujer. Y en esos lares, casi niña todavía, que satisfaga necesidades primarias. Casi, casi: de usar y tirar.
Del asombro pasamos rápido a la indignación. Nos quema el pisoteo de la dignidad de la persona, en este caso, de la mujer. Reducida a cosa.
El aspa, sostenida en mis manos, me sume en pensamientos… La giro un poco; y tiene forma de cruz. Cruz latina, pero cruz; y pesa bastante
En nuestros mass media, y movidas, ni un grito, ni una pancarta detrás, que denuncie injusticia de tan lesa humanidad. ¡Y se trata del ser de la persona!
A veces, a lo más, cínicamente: ¡Es su cultura! Y nos encogemos de hombros.
Mientras, aquí, en esta nuestra sociedad occidental, se crean instancias que consumen nuestros impuestos. Dicen: tutelar a la mujer. Todavía quedan cotas sociales que alcanzar aquí, por supuesto.
Pero ¿no debiéramos invertir, (por utilizar su lenguaje) en «sororidad»?, ¿En esas culturas tan arcaicas como cercanas, para infiltrar y reconocer social y jurídicamente, la dignidad de la mujer, igual a la del hombre? ¿Igual da? ¡No! ¡IGUALDAD!
Allá se debe librar la batalla.
Que estamos en una aldea global… Están muy cerca esas mujeres… ¡Que no hay distancias…!
Estamos todos concernidos; responsables.
Como las dos alas de un pájaro. Iguales y distintas.
Ninguna a expensas de la otra.
Necesarias las dos, para poder volar.
«… Hombre y mujer los creó.
A imagen de Dios los creó»
Hace muchísimos siglos que consta ya en el Génesis.
Teresa Zugazabeitia FI