Cuando la vida te propone elecciones diferentes que tienen consecuencias diferentes, es cuando dicha elección sólo debe tener un único fin: seguir las huellas ofrecidas por Dios. Dios va trazando la historia, va escribiendo el texto, Dios va marcando las huellas de nuestra felicidad. Y es ahí donde elegimos si seguirlas o no. La Madre Cándida siempre decidió seguir sus huellas e imagino que unas veces le darían muchas alegrías y otras profundos dolores. Lo importante no son los efectos, lo realmente importante es saber por qué sigo esas huellas.
Hoy es un buen día para descubrir que huellas seguimos, a qué personas seguimos y cómo son sus huellas. Y si al revisar esta camino veo que debo girar, no hay problema, siempre y cuando el criterio para el giro no sea otro que seguir la huellas de Dios. Pero ¿cómo son esas huellas? ¿Cómo las descubro? Solo unas pistas para identificarlas, pistas que están escritas en el evangelio y que, ayer, nos recordaba Lucas alguna de ellas:
Pero es cierto que seguir las huellas de Dios es tarea ardua y, a veces, complicada. También es cierto que lo complicado es encontrar el sendero para seguir esas huellas e intentar que las que dejamos sean lo más parecidas a las que seguimos. Pero una vez encontrado el camino, se trata de ponernos en marcha y poder responder a la pregunta del salmo 14:
“Señor, quien puede hospedarse en tu tienda”
Aprovechemos el tiempo de verano para redescubrir el camino, para seguir esas huellas que sólo garantizan la felicidad. Y si en este proceso, necesitamos luz, acudamos a quienes tenemos como faros en ese camino, veamos cómo lo hicieron. La Madre Cándida lo encontró y siguió esas huellas. Nos pide ahora que las sigamos nosotros. Y como nos dice ella misma: seamos guía de las demás para que todas se animen.
Antonio Grau
Murcia