Carta nº 471 Julio 1912
“… ganándolas a todas para Dios con nuestros ejemplos y enseñanzas”
Una vez más la M. Cándida insiste en lo fundamental para transmitir verdad. Nos vuelve a invitar a ganar a los demás con nuestro ejemplo, sin olvidar las enseñanzas. Conjuga perfectamente la palabra y el ejemplo, el ejemplo y la palabra. ¿Tan importante es este asunto? Después de darle alguna vuelta, creo que es la clave para entender el mensaje de Jesús de Nazaret, y veo que la M. Cándida lo entendió y quería que no se nos pasara por alto la importancia de este mensaje. Él predicó con el ejemplo y con palabras. La M. Cándida habló con ejemplo y palabras, a ejemplo de quien le inspiró durante toda su vida, y nosotros ¿cómo vamos de ejemplo y palabra? ¿Hay alguna de estas dos palabras que prevalece sobre la otra? Si alguna tiene que ganar que sea siempre el ejemplo.
Es de agradecer una vez más la indicación de la M. Cándida sobre donde hay que dirigir nuestras palabras y nuestro ejemplo. No podía ser de otra manera, no podía ser nada más que Dios. Es el fin de cualquier palabra, que Dios prevalezca siempre por encima de nosotros y marquemos el camino hacia Él.
Gran recuerdo me trae el salmo 120. Es uno de esos salmos que he entonado muchas veces y con el que alguna vez he derramado lágrimas ante situaciones duras de la vida. En esas situaciones es cuando este salmo tiene una fuerza especial. Cuando no ves donde puedes encontrar paz y auxilio a tus penas, a tu dolor. Y es entonces cuando vas caminando solo, o en la soledad de una habitación, ahí es cuando este canto te llega hasta el fondo y te regenera por dentro, es cuando encuentras el auxilio a tu dolor. Porque ves que ese auxilio te viene del Señor del que hizo el cielo y la tierra, del que nos guarda siempre de todo mal. Añado al salmo la fuerza de la carta de Pablo a Timoteo donde anima a permanecer en lo que aprendimos y creemos. Pero Lucas se hace presente de una forma sencilla y clara para recordarnos con una parábola que siempre hay que rezar, que no nos podemos cansar de orar, aunque no encontremos respuesta inmediata, que, aunque sean injustos los que, a veces oyen, sigamos rezando y pidiendo. Al final será Dios quien contestará a nuestras plegarias.
Al final, después de todas las vueltas que queramos dar, es preciso descubrir que nuestra palabra y nuestro ejemplo son la manera de ser de cada uno de nosotros. Y cuanto más unidas vayan, mejor persona seremos.
Seamos personas de ejemplo, seamos de los que aprendemos poco a poco y si algo nos ha servido en ese lento camino, no debemos guardarlo para nosotros, debemos intentar comunicarlo a los demás, sin preocuparnos del cómo ni del donde, pues es Dios es el que nos irá marcando las señales del camino. Así lo hizo con la M. Cándida en cada uno de los momentos de su vida, en cada uno de los cambios de ciudad que tuvo que hacer, en cada uno de los colegios que fundó y en cada una de las cartas que escribió. Cada momento fue diferente y en cada momento se fió de las señales que Dios le iba poniendo, de las palabras que Dios le iba inspirando. Seamos personas de ojos y corazón abierto para ver las señales que Dios no para de poner.