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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 466

Carta nº 466     Julio 1912

 

“Dios nuestro Señor le dé un verdadero espíritu de Hija de Jesús, imitando sus virtudes”

 

La M. Cándida, en este intenso mes de julio, pedía para la hermana Verónica que Dios le diera un verdadero espíritu de Hija de Jesús y le pedía que imitara sus virtudes. Creo que igual que lo pidió allá por aquel verano de 1912, lo pide a todos nosotros hoy. Y al pensarlo, descubro su validez, su actualidad. Pero a la vez me pregunto cuál será ese espíritu, ese verdadero espíritu de Hija de Jesús. Y encuentro la respuesta en el evangelio, como no podía ser de otro nodo. Allí es donde descubrimos lo verdadero, lo auténtico, aquello que nos ayuda a caminar de una forma nueva, sin arrastrar lo pies y sin arrastrar el alma.

 

Hoy todavía seguimos con las consecuencias de la gota fría vivida en la Vega Baja, Murcia, y tantas zonas del litoral mediterráneo. Lo peor, la muerte de personas. Todo lo demás se irá levantando de nuevo. Ha sido una desgracia y, a la vez, una oportunidad de ver de nuevo la solidaridad de un pueblo, la ayuda desinteresada de mucha gente, la rápida comunicación de los acontecimientos que ha evitado mayores desgracias, y tantos y tantos gestos de fraternidad. ¡¡Ánimo a todos!!

 

El evangelio de ayer es el de las segundas oportunidades, es el de acudir en ayuda de quien más lo puede necesitar, el de la búsqueda de la oveja descarriada o perdida, el de la moneda perdida, el del hijo encontrado y recuperado. Son tan claros los ejemplos que pone Jesús que poco más me atrevo a decir. Sólo añadiría un detalle, que seguro que la M. Cándida lo descubrió, o por lo menos así lo dice su vida. El detalle es descubrir que para vivir la alegría hay alguien que busca, hay alguien que espera, hay alguien que remueve todo hasta encontrar lo que busca, hay alguien que deja lo seguro y busca lo arriesgado sin mirar cantidades o seguridades. Y para que alguien busque tiene que haber algo en el corazón que le impulse a ello, como para cualquier proyecto. Si nuestro corazón no tiene nada, nada haremos. Si nuestro corazón no descubre la necesidad de ayudar, nada ayudaremos. Y para que llegue ese descubrimiento debe ocurrir o un encuentro personal con Dios que me mueva, o un descubrimiento de ese mismo Dios a través del movimiento de los demás. Y al final sólo, alegría compartida, solo felicidad por todo lo vivido y por todo lo encontrado. Y lo mejor de todo esto, es que esa marca se queda grabada a fuego en nuestro interior y hace que en otras ocasiones la podamos poner en marcha de nuevo. Es vivir desde dentro, desde el evangelio, desde Dios. Y cuando se vive así, brota la ayuda, mana la solidaridad, emerge la fraternidad.

 

Seamos personas de verdadero espíritu, de ese que sólo debe buscar la virtud. Y si alguna vez nuestra búsqueda de virtud de embarra con el lodo de una piara, no dudemos en volver a los brazos del Padre que siempre están abiertos y que no te pide que le cuentes el pasado, sólo quiere que vivas el presente y camines de una forma diferente hacia el futuro.

 

Quiero felicitar de una forma especial a una persona que se casa el sábado. Saben (Nacho y sobre todo Natalia) que desde el cielo hay un padre que está a vuestro lado y os quiere. Y que, los que hemos tenido la suerte de compartir gran parte de su vida, estamos orgullosos de ello y aquí estaremos para siempre. Sois los constructores de la felicidad que buscáis, elegid bien los ladrillos, porque el Arquitecto ya os ha elegido por vuestro amor.