Jugando con NUBES… en agosto
22 agosto, 2019
Mar Adentro
28 agosto, 2019

PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 463

Carta nº 463     Julio 1912

 

“… confiando siempre en Dios y no en las criaturas, pues, como Padre nuestro que es, siempre acude a nuestras necesidades, proveyéndonos de lo necesario como a sus hijas queridas”

 

Parece que la M. Cándida sabe cómo hacer coincidir los acontecimientos. Como si supiera que, en 2019, un lunes 26, en Granada, un grupo de personas que forman una familia, la Familia M. Cándida, se iban a reunir para hablar de otra gran reunión celebrada unos meses antes. Y para hablar de futuro, de líneas para el futuro, de conclusiones. Y es, en este preciso momento, cuando ella nos dice: “Confiar siempre en Dios y no en las criaturas”. Mucho sabe ella de todo esto. Hoy quiero pedir de una forma especial por todas las personas que estaremos en la carretera para asistir a este encuentro. Que vayamos en paz y que regresemos todos y en paz. También por todos aquellos que lo han celebrado en Madrid y por los que lo celebrarán en San Sebastián.

 

Son encuentros de llamada, escucha y envío. Llamados a escuchar y compartir la acción apostólica “para ir y anunciar” en estos próximos seis años. Y parece que el salmo de ayer quiere compartir también el mismo sentimiento del encuentro:

 

“Id al mundo entero y proclamad el evangelio”

 

Cuando tantos puntos coinciden, cuando el evangelio, el salmo, la M. Cándida y la propia actitud ante la vida coinciden, será por algo, será que hay algo detrás de todos estos hechos que nos tiene que hacer pensar, y orientar nuestra acción, nuestra vida. Hoy nos encontramos para reflexionar, para pensar y para aportar, pero, sobre todo, nos encontramos. Eso es lo primordial, lo importante. Y parece que ha provocado algo nuevo, algo que ha hecho remover por dentro, animar y confiar.

 

La M. Cándida sigue explicando cómo vivir este anuncio. Nos ayuda a entender cómo hacer todo lo que puede venir es este sexenio. Y nos dice que confiemos en nuestro Padre, en ese Padre nuestro que es (eso es lo fundamental) y que además siempre acude a nuestras necesidades. Es un buen momento para presentar nuestras necesidades. Es un buen momento para dejar de leer un minuto y en silencio presentarle  nuestras necesidades, decirle a nuestro Padre aquello que necesitamos…

 

Y después de este momento especial de silencio y petición, acompañamos todo de la confianza en quien provee de lo necesario nuestra vida, en quien provee de lo necesario nuestro día a día como hijos, como hijos queridos. Porque Dios nos quiere y nos cuida, nos acompaña y provee nuestra vida de lo necesario. Vivir con esta certeza es una garantía de felicidad.

 

Ante todas estas palabras que la M. Cándida contaba allá por el verano de 1912, solo nos queda agradecer por tenerlas en nuestro camino, y adentrarnos en este último periodo de su vida que, aunque parezca corto, fue muy intenso. Quedan todavía 13 cartas donde sigo encontrando muchas perlas que, si Dios quiere, iremos compartiendo hasta el final, hasta la encontrada en la carta 476.