PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 462
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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 463
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Jugando con NUBES… en agosto

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Cuando el sol ha empezado a bajar he salido a la terraza, libro en mano, buscando vista y brisa de mar. Sin dejar de admirar este maravilloso suelo y cielo que contemplo. 

Agosto, tiempo off, libre de quehaceres…. Me dejo; estar, no más.

Tendida en una hamaca, es más fácil mirar para arriba; dejo el mar y miro al cielo, muy azul. Casi cobalto, el ocaso avanza ya.

Unas nubes  juegan y retozan mecidas por brisas y vientos tenues de nordeste. Indolentes, como yo. A veces esas nubes, se enfrentan al sol y le hacen desaparecer y se esconde. Otras veces es el sol, aunque débil ya, el que sale por sus fueros y las pinta de naranja, amarillo o blanco luminoso: espectacular y fugaz colorido de fuego; como brochazos impresionistas de Monet.

Otras nubes… ralas, blanquecinas; despistadas, desgajadas, como guedejas de algodón, se deslizan en tules de ballet acompasado, haciéndose y deshaciéndose sobre la alfombra azul.

Y las de más allá, macizos nubarrones grises; amenazan lluvia…  Porque, claro, no son más que vapor de agua, que al cambiar de densidad desafían  la ley inexorable de gravedad y, libres, suben y suben y suben… Pero bajarán.  Bajarán mansamente en shiri~miri, o en goterones turbulentos y  recios de tormentas de verano y galernas…

Y limpiarán, y arrastrarán toda suciedad; y besarán la tierra, sedienta siempre, en sus profundas raíces; que no se ven, pero que sustentan y nutren y nos darán frutos gracias a la «hermana agua» caída del cielo. Y la beberemos también.

Qué placer y que bienestar: un buen trago de agua fresca que apacigua nuestra sed en este caluroso estío. Y ya, será parte de nuestro ser.

Los entendidos nos confirman el porcentaje de agua que somos. Y esa agua, complejo vital que somos materia y espíritu, «vivirá», en nosotros. También en nuestras alegrías, y anhelos y temores y esperanzas… Y será pensamiento y razón; y decisión y duda; y sentimiento; y fuerza motriz… y energía vital!

«Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil, y humilde y preciosa y casta»

El libro ha quedado arrumbado.

Ha merecido la pena contemplar y jugar con las nubes en este ocaso agosteño, frente al mar, pero mirando al cielo.

Teresa Zugazabeitia fi