Ayer celebramos una fiesta importante, una fiesta de las que marcan el ser de un cristiano. Resuena en mi cabeza y en mi corazón, esa canción que tantas veces canté de pequeño y de joven: Veni Creator Spititu. Es una de esas canciones que una vez interiorizada, y aunque tardes años en cantarla, siempre te recuerda momentos especiales y felices, siempre te lleva a ese Pentecostés personal donde el Espíritu Santo derrama sus dones continuamente y uno intenta recibirlo con la actitud y el coraje de aquellos discípulos con miedo, que fueron capaces de convertir ese miedo en valentía y fuerza para anunciar lo que no les cabía en el corazón de grande que era. Me quedo también con el saludo de Jesús: Paz a vosotros, porque la paz que trae Jesús es de las que dan fuerza, seguridad y valentía para anunciar con la vida aquello que llena a la razón.
La Madre Cándida habla del reto de inculcar la devoción a María Inmaculada. Ella es consciente de que es muy bueno no renunciar a esas buenas costumbres. Hoy nos diría algo así sobre Pentecostés y nos pediría que todos nuestros profesores y alumnos pudiésemos contar qué significa hoy Pentecostés y qué fue lo que ocurrió aquel día, que pudiéramos imaginar los detalles de aquel momento, la alegría de los discípulos al escuchar a Jesús, y tantos detalles de aquel momento. Esa es la alegría de la que tantas veces habla la Madre Cándida. Eso es estar alegres en el Señor. Eso es expresar con alegría lo que llevas por dentro. Eso es un poco de Pentecostés.
Tenemos la certeza de que no estamos solos o abandonados. Tenemos la seguridad que el Espíritu de Pentecostés “revolotea” en nuestros días y nos ilumina con su presencia, nos acompaña en nuestro camino y nos ayuda a ver de una forma diferente el futuro. La diferencia de perspectiva con otras vistas es sencillamente la vista del futuro con esperanza, con la esperanza que le da la mano a la confianza y ambas nos ayudan en cada paso que tenemos que dar. Estoy seguro de esto, pero lo que necesito es llevarlo a mi día a día, vivir con esta perspectiva y caminar con la alegría que esto proporciona.
Por eso junio nos trae el reto de vivir como aquellos discípulos tras recibir el Espíritu Santo. Lo más probable es que no hablemos en las lenguas de los que nos escuchan. Pero existe otro lenguaje que supera las diferentes lenguas y es el lenguaje del amor, el del evangelio, el de Dios. Sólo hay que probarlo y ver si funciona. Creo que cada uno de nosotros tenemos alguna anécdota y sabemos que sí funciona; sabemos que este lenguaje puede hacerte llegar tan lejos o más que el de la propia lengua que hayas podido aprender. No quiero decir que no haya que aprender idiomas. Pero quiero decir que vivir con la fuerza de Pentecostés es vivir con la fuerza de Dios, con la fuerza del amor. Al fin del mundo iría…, el mundo es pequeño para mis deseos, … Estas conocidas frases nos dan una idea del lenguaje utilizado por la Madre Cándida.
Seamos de los de Pentecostés en esos pequeños detalles de cada día, en esa conversación en el bar, en esa pregunta cuando vamos a comprar, en ese pasillo del colegio, en ese café rápido o tranquilo, en tantos detalles que nos dan la oportunidad de hablar de lo nuestro, sin miedo, sin miedos a que nos puedan encasillar, porque si nos encasillan en los de Pentecostés ya estamos haciéndolo bien. Mejor ahí que en las casillas de los miedosos y de los mudos.
Llenemos nuestros paseos de escucha y si algo sentimos, seamos consecuentes y vayamos adelante sin miedo. Nunca caminamos solos.
Antonio Grau
Murcia