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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 429

Carta nº 429      octubre 1911

 

“Nuestras viajeras de Pirenópolis fueron muy bien y muy animadas. Embarcaron tan contentas y satisfechas.”

 

Hoy despedimos a 2018 y damos la bienvenida a 2019. Octubre de 1911 también fue un año de despedidas y de inicio de la gran aventura de las Hijas de Jesús: cruzar el mar, salir de nuestras fronteras y dar forma a la frase: “al fin del mundo”. Y, después de presentar en el portal aquello que somos y tenemos, después de estar un rato en el pesebre hablando con el Niño recién nacido, tenemos un tiempo para elegir entre quedarnos mirando atrás y detallar aquello que podíamos haber hecho mejor y quedarnos anclados ahí, o mirar atrás, aprender de lo vivido y volver a iniciar el camino intentando crecer, queriendo aprender, buscando avanzar. Nada detuvo a la M. Cándida en esta idea de crecer, por eso, en este mes en el que escribió esta carta, un 3 de octubre de 1911 partieron desde Cádiz esas seis valientes Hijas de Jesús rumbo a Brasil. Unos días antes, el 30 de septiembre, la M. Cándida pudo despedirlas y darles el último abrazo y sus bendiciones. Algo nuevo empezaba, algo nuevo bajo la protección de la Purísima Virgen, algo que no daba opción a mirar atrás, sino a mirar al nuevo horizonte que se presentaba. Sin miedo, confiadas en Dios. Así hay que hacer el camino, así es como hay que afrontar el nuevo año, la vida.

Pienso en Manuela, Dolores, Vicenta, Antonia, Josefa y María, en esas seis mujeres embarcadas rumbo a lo que Dios vaya poniendo en el camino, pero pienso en ellas, alegres, unidas y confiadas en su gran familia de las Hijas de Jesús, sabiendo que esta familia está con ellas en la oración, que no están solas, que están rezando al Padre para que las cuide y proteja, para que lleguen bien y, como siempre, para que sea a mayor gloria de Dios. Esa es la diferencia de otras aventuras: el fin. En este caso, nada egoísta, sino dar a conocer el evangelio de Jesús, dar a conocer a Jesús con su vida y educar desde ese carisma propio. Y detrás de ellas una gran familia unida.

Y, como tantas veces, hoy es una de esas ocasiones donde visualizar los detalles de los dos acontecimientos (el evangelio y la perla) es una pasada. Imaginar los paisajes, las conversaciones, las caras, las calles, el bullicio. Me refiero tanto al Cádiz de 1911 como al Jerusalén del año 12, al puerto y sus alrededores como a la caravana de regreso a casa. Al momento del embarque como al momento donde Jesús no estaba en esa caravana. Y así podemos seguir descubriendo esos “momentos de Dios”. Son esos detalles donde Dios aparece y casi no nos damos cuenta, donde Dios ayuda a través de lo que tiene a mano y apenas lo notamos.

En estos dos acontecimientos hay un factor común que no quiero dejar de comentar: la familia. ¡Qué importante es! ¡Qué necesaria es! Aquellas seis valientes Hijas de Jesús sabían que su familia estaba a su lado, que estaban pendientes de sus vidas. El joven Jesús sabía que sus padres no le dejarían solo, sabía que podía contar con ellos e incluso sabía, que llegado el momento le dejarían volar. En la familia pasa todo, lo bueno y lo malo, pero es ahí donde se descubren los lazos que se han ido tejiendo día tras día. Y es, en familia, donde se entiende todo. Hasta se entiende el miedo de cualquiera a no afrontar aventuras, como le ocurrió a Juana antes de ir a Brasil. Y no pasa nada. Pero en familia se habla, se escucha y se ama.

Que el 2019, que esta noche iniciamos, sea un año de bendiciones y que vaya como el viaje a Pirenópolis, muy bien y animado. Que tengamos un embarque contento y animado, pues con Dios como Padre, nada tenemos que temer. Y si algo se tuerce por el camino, levantemos la mirada y el corazón y sigamos siempre adelante.

¡¡Feliz año nuevo!!

Antonio Grau

Murcia

Lee aquí completa la carta nº429 de la Madre Cándida