Las estructuras de consumo y deshumanización se afanan por proponernos la Navidad como un momento del año con unas costumbres muy concretas de las que es difícil escapar: compras, comidas, reuniones, regalos, decoración, luces, fotos… Y una forzada felicidad que nos deseamos de manera compulsiva.
La Navidad no es para la tristeza, sin embargo ¡qué difícil es ser feliz con tantas exigencias impostadas! No hablemos de la nostalgia por esas personas que ya no están entre nosotros y de las que guardamos un recuerdo tan querido; a menudo muy conectado a la Navidad.
Es difícil hacer Navidad en medio de la navidad. A lo mejor si cambiamos la mirada, si sustituimos unas palabras por otras, si le hacemos hueco al sentimiento le encontramos más sentido a lo que hacemos en Navidad.
¿Qué tal si cambiamos el verbo? ¿Y si en vez de plantearnos que estamos en Navidad nos preguntamos si somos Navidad?
La Navidad como capacidad que podemos desarrollar en diferentes actitudes: acoger, contemplar, salir de uno mismo, buscar y encontrar sentido a las costumbres, decir que no, decir que sí, hacer silencio, agradecer, abrazar con la mirada, besar con el gesto, celebrar todo el tiempo, con todo el cuerpo y nuestro ser, orar en las tiendas, ver la Luz en las luces, aceptar la tristeza, procurar la felicidad de todos como regalo (no como absurda tiranía de los sentidos), ser regalo, aceptar el regalo que es el otro…
Y la navidad como un tiempo propicio para ser Navidad, para tomar conciencia de la paradoja y combatirla desde su propia naturaleza contradictoria: puede haber un hueco para la tristeza en Navidad; claro que hay sitio para la austeridad y la pobreza en Navidad; mis hermanos son también aquellos que ni si quiera conozco porque es Navidad; busco un rato de silencio para encontrarme con el Niño Dios, que ha decidido nacer en mí, porque soy Navidad.
¡Felicidades, somos Navidad!
Profesor del Colegio Virgen de la Paz
Piedras Redondas – Almería