Me quedo perplejo con el principio de esta perla. De verdad.
“Hoy el reto del amor es no creer en la casualidad, sino en la Providencia. Cuando veas que algo parece casualidad, pregunta a Cristo: ¿Qué quieres decirme con esto que me está pasando? Y reza por la persona que está involucrada en tu casualidad”.
Este es el texto que me envió ayer mi amigo Paco, como todos los días. Es parte del texto que sale del convento de las dominicas de Lerma. Y coincide que habla de la Providencia, de las herramientas de Dios para hablar con nosotros. Hoy parece que todo coincide.
La Madre Cándida habla de la nueva fundación de Brasil con entusiasmo. Y al leer eso de “nueva fundación”, no he podido evitar trasladar esas palabras a la situación actual de la nueva Fundación Jesuitinas. Espero y deseo que el recorrido sea, por lo menos, como el que se inició en Brasil aquel 1911, tanto en tiempo como en frutos. Cuando algo nuevo empieza no se puede evitar la sensación de pensar cómo va a funcionar, de cuál será su futuro, pero ante esto sirve de mucho sentir el apoyo de tanta gente que hoy, en redes sociales, y ayer a través de cartas a la Madre Cándida expresa su apoyo, compromiso y ánimo para que todo sea una realidad según los planes de Dios. Y esto es grande. Y todo esto sólo provoca palabras de bendición y confianza. Porque Dios pide que nos abramos a las nuevas circunstancias que la vida requiere. Lo mismo que le ocurrió al sordo de Sidón. Su encuentro con Jesús sólo podía acabar de dos formas, o pasando de Jesús y siguiendo como estaba, o acercándose a Él y buscar el encuentro y abrirse a nuevas situaciones que le cambiaron la vida.
Es necesario escuchar a Dios, dejarle hacer. Y ¿por qué? Pues la respuesta la encuentro al final del mismo evangelio de Marcos de ayer, porque Dios todo lo ha hecho bien. Porque Dios sólo busca nuestro bien. Porque sólo nos pide posibles, aunque algunos de ellos sean difíciles. Dios no se cansa de pedirnos que estemos abiertos, que dejemos de ser mudos y sordos y nos abramos a su palabra. Me viene a la cabeza una frase que aprendí con música hace muchos años:
“En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra”
Y desde esa confianza escribo, escucho y hablo. Porque como dice una gran amiga, hermana, consejera: “da gusto sentirse en sus manos y dentro de su plan de salvación para todos”. Con ella descubro mucho, aprendo mucho y vivo, desde la distancia, una cercanía difícil de explicar. Dios sea bendito por todo. Dejemos que Dios nos toque y se abra nuestro corazón, sin miedos, a su voluntad como le ocurrió a la Madre Cándida, que se embarcó en una aventura sólo confiada en Dios.
Antonio Grau
Murcia