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PERLA ESCONDIDA EN LA CARTA Nº 406

Carta nº 406 b      Marzo 1911

“Nosotras somos los instrumentos para llevar estas almas al Señor”

Sigo dentro de la misma carta 406 y, de nuevo aparece una segunda perla, una perla llena de sentido y unida directamente al evangelio de ayer contado por Marcos y unido de una forma especial a los acontecimientos de este fin de semana.

Somos instrumentos de Dios y así lo entendió la Madre Cándida cuando escribía esta frase. Instrumentos con un sentido, con un fin: Dios. Testigos de alguien que vive entre nosotros y nos acompaña todos los días. Pero hay algo que me llamó la atención siguiendo la lectura de esta perla y es cuando la Madre Cándida habla del valor de nuestra vida en ese ser testimonio y testigos de Jesús. Y comenta que nada valen nuestros trabajos y sacrificios por sí solos, pero si los unimos a los de Jesucristo su valor se hace infinito.

Somos instrumentos de Dios para todo lo que la vida nos propone y no tengo miedo si soy capaz de unir mi vida a la del evangelio, aún sabiendo que hay momentos que no sea nada fácil.

No esperaba la coincidencia de este día con las lecturas de ayer. No esperaba que la confianza que se percibe en todas las palabras del evangelio fuese tan coincidente. Somos instrumentos de Dios, pero como ese grano de mostaza sembrado por la mano del Sembrador. He tenido la gran suerte en mi vida de poder anidar en el árbol que la Madre Cándida formó porque aceptó el encargo de Dios. Un árbol nacido humilde y sencillo que se convirtió en espacio de acogida para muchos de nosotros. Un árbol que Dios cuidó como suyo por el día y por la noche y que lo más importante es que todo lo anidado en ese árbol es de Dios. La Madre Cándida fue su instrumento.

Hay muchos momentos en la vida para dar gracias. Y es buena costumbre adquirida en mi vida que traslado a los que me rodean como invitación. El sábado se casó mi hijo Samuel (al que algunos conocéis) con una gran mujer, Carmen. Y quisieron que Dios fuera testigo de su amor y que les acompañáramos. Ayer, Manolita y yo y unos amigos que quisieron acompañarnos, fuimos a dar gracias a Dios en la Catedral. Nuestra sorpresa fue que cuando entramos iba a empezar la misa. Nos juntamos y decidimos, en ese momento, quedarnos. Y la mayor sorpresa todavía estaba por venir al escuchar el salmo. Nos miramos, sonreímos y seguimos dando gracias.

Querida Madre Cándida, como tú decías, somos instrumentos de Dios. Seamos instrumentos que acogen desde la sencillez y humildad del grano de mostaza. Y seamos instrumentos con valor infinito, confiando en ese Dios Padre que siempre nos cuida.

Antonio Grau

Murcia

Lee aquí la carta 406 de la Madre Cándida completa