Y si Dios sabe lo que nos conviene, podemos estar tranquilos. Otra cosa es que tengamos la suerte de tener las gafas traductoras para ver aquello que a simple vista no se ve. La Madre Cándida tenía una de esas gafas y, por lo que se deduce de su vida, eran de buena clase, quizá no de marca, pero seguro de buena calidad. Ahora, como antes, Dios las regala. Quizá no se identifiquen con el antiguo logo, pero siguen siendo las mismas y siguen teniendo la misma calidad. La marca sigue siendo la misma y las condiciones de obtenerlas siguen siendo las mismas y la marca de las gafas se llama: FE. Qué suerte aquellos que tenemos esas gafas, aunque a veces no las utilicemos como se debe o no las tengamos limpias como se debe.
Dios acompaña siempre, porque siempre está. Incluso en los momentos más difíciles, donde la soledad y el dolor pueden hacer mella. Ayer iniciamos una semana especial, donde las imágenes procesionando por las calles nos van a recordar aquellos días donde nuestro Señor sufrió por la salvación de todos nosotros y nos dio ejemplo de entregar la vida por aquellos a los que amaba.
La Madre Cándida habla de dolor y tristeza como sentimientos al perder a una madre. Imagino los sentimientos desgarrados por dentro de María al contemplar a lo largo de esta semana la muerte de su hijo, la muerte de un inocente que sólo se había dedicado a dar vida a su alrededor y que como buen hijo aceptó la voluntad de Dios, su Padre, a pesar de pedir que pasara ese cáliz.
Aprovechemos las procesiones para hacer memoria de aquella semana, paso a paso hasta la resurrección.
Aprovechemos estos días para renovar nuestras gafas, para limpiarlas un poco ya que el camino es largo, para intentar ver las cosas desde esa perspectiva y así que nuestra vida sea testigo del que nos hemos fiado y los demás nos reconozcan por nuestros actos más que por nuestras medallas.
Feliz Semana Santa. Feliz semana del Amor de Dios. Pues de eso tratan estos días, de contar una historia de amor que cambió el mundo y que lo sigue cambiando también hoy. No nos quedemos fuera de esa historia. Aportemos nuestro renglón, que, seguro que será precioso y si en algún momento hay algún borrón, Dios lo ha arreglado con su misericordia.
Antonio Grau
Murcia