Lo reconozco, soy de esos que empiezan a disfrutar y a valorar sólo lo extraordinario. Algo así como que me he ido acostumbrando a lo cotidiano, y si no hay algo que lo rompe, que sobresale, que despunta, parece que no soy capaz de percibir que Dios está detrás. Prometo que intento vivir consciente del paso y del hacer de Dios en mi vida, pero cuando reviso el día ya sólo me detengo en las cosas que apuntan a horizontes lejanos, como si las más cercanas ya no tuviesen valor.
No puedo seguir así, esto tiene que cambiar. Si no comienzo a buscar a Dios en lo cotidiano, me quedaré en una vida bastante pobre, una vida sin matices y sin más color que alguna chispa de brillo de vez en cuando en algunos eventos y personas. ¿Acaso no está Dios en todo? ¿Acaso no está tanto detrás de lo que brilla como de lo que parece apagado?
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