¿Parece que ha llegado el calor, no? Mi cabeza y mi espíritu, ese al que tanto le gusta disfrutar de las playas de la ciudad, se van preparando para una nueva temporada con vistas al mar.
He de confesar que ya he disfrutado mi primer día de playa. Llegó inesperado. De esos que te levantas, miras por la ventana y piensas: – ¡Qué buen día de playa hace! Pero tienes mil cosas que hacer y en tu pensamiento no entran estos planes. Pero nuestro pensamiento, a veces caprichoso, nos cambia los planes en cuestión de minutos.
Fue recibir la llamada de una amiga con un espíritu al que también le gusta disfrutar de las playas de la ciudad, y mi pensamiento se volvió caprichoso.
-Amiga, hoy es día de inaugurar la temporada de playa. ¿Nos vamos?
Y allí que nos plantamos las dos. Con la intención de respirar salitre, yodo y vida. Y con la intención de hundir nuestros pies un verano más en la arena. Y en las piedras. Para volver a conectar. Y allí estaban. Mis amigas, las piedras. Las que hacen que sienta dolor, pierda el equilibrio y me cueste mantener el paso firme y seguro.
Volví mi mirada atrás y recordé el pasado verano cuando, los primeros días de playa, caminé despacio, tranquila y segura, hasta que las piedras se volvieron mis amigas.
No hay prisa… Hay que darle tiempo a nuestros pies para que se acostumbren…Bajo las piedras, hay arena fina y suave…
No hay prisa… Hay que darle tiempo a nuestra vida para que se acostumbre… Bajo las piedras de nuestro camino, también hay arena fina y suave…
Solo hay que saber convivir con ellas, y hacerlas nuestras amigas. Si el camino viene con piedras, con dolores, con obstáculos, apartarlos rompe el surco de nuestro caminar. De hacerlos amigos, de dejar que duelan, que nos desequilibren, pero que nos hagan sentir que forman parte de nuestro peregrinar.
Y hacerlos amigos. Como las piedras de la playa el primer día de la temporada.
Raquel Criado Allés
@raquelraquela
Stella Maris