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MARÍA DE NAZARET X

María y José están felices.
Es que Jesús viene a Nazaret a pasar unos días con ellos.
María guarda en la artesa lo mejor que tiene, para prepararle las comidas que le gustaban y el mejor vino…

Pero sobre todo, tiene que descansar. Porque no hace más que caminar por toda Galilea, predicando el Reino de Dios y además curando toda dolencia.

Y claro; toda la gente se va tras Él.
Se agolpan junto a Él. Lo atosigan.
Hay días que no le dejan ni comer. Luego, por la noche se va al monte a orar con su Padre Dios…
O se levanta temprano, al amanecer…
¡No puede ser!
A ver si descansa y disfrutamos un poco, en familia.
El sábado iremos a Sinagoga con Él.

Ya en casa, Jesús y sus padres están felices.
Jesús necesitaba descansar de tanto trajín. ¡Y se deja querer!

Los nazarenos lo miran con enorme curiosidad…
Sí, ya se notaba que era distinto: despierto, amable, servicial, con un montonazo de amigos, de gran personalidad y… ¡muy buen israelita!
Se nota que lo han educado en la fe del pueblo de Israel.
Siempre ha sabido estar.

Pero… ¡qué cosas dicen de Él ahora!
Lo del vino de Caná ha corrido como la pólvora por toda la comarca.
Y también lo del Jordán … aquella misteriosa voz, que rasgaba como un trueno…
Y que ha estado en el desierto cuarenta días…
¿Será que va para profeta?
¿Como su primo Juan?
¿Y todas las cosas que han pasado en Cafarnaúm?
Dicen que cura toda dolencia y enfermedad, además de hablar del Reino de Dios.
¡Que Dios está con Él!

Todo son cuchicheos en el pueblo…
Y curiosidad también…
A ver qué dice…
Y sobre todo… a ver qué hace…
¡Qué ganas que se pase por el pueblo!

Y fardan los nazarenos; y se apuntan un tanto, cuando van a otros lares: «Es de mi pueblo. Fuimos juntos a la escuela rabínica. Su padre es el carpintero. Y María, su madre, ¡un amor! Los conocemos de toda la vida».

Llegado el sábado, van los tres a la sinagoga, en familia.
Por deferencia, le ofrecen los rollos de los Libros Sagrados.

Ha desenrollado un papiro.
Ha leído pausadamente.
Con voz firme y persuasiva a la vez.
Se le nota un poco emocionado.

El texto es del profeta Isaías:
«… el Espíritu de Dios está sobre mí, porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor»

Con mesura, enrolla el rollo y se sienta.
Todos tienen los ojos fijos en Él.
Y más cuando después de una pausa contenida y silenciosa, Jesús afirma que la Escritura se ha cumplido… ¡HOY!

Admirados, con curiosidad…
Han llegado voces de Cafarnaúm… pero… ¡si es el hijo de José!

Quizá Jesús quiere sanarles;
que superen lo espectacular…
que escuchen el oráculo de Isaías,
que el Espíritu de Dios está ya actuando,
como actuó en la viuda de Sarepta y Naamán, que no era del pueblo de Dios, sino de Siria.

Pero ellos quieren datos constantes y sonantes: lo que ha hecho en Cafarnaúm que lo haga aquí: ver para creer.
Jesús constata que no es profeta en su tierra.
¡Qué se habrá creído, dándonos lecciones de paganos: Sarepta, Siria!
Es más: se irritan porque les cita y recuerda esos textos sagrados…
Y tal es la furia que pretenden despeñarlo.

¿Cómo vive María está situación?

¡Con lo contenta que estaba con su hijo en Nazaret!
¿Cómo han podido pasar de la admiración al rechazo brutal?
¡Menudo escándalo en todo el pueblo!

Aquello que le dijo Simeón; aquella espada… aquello de que sería señal de contradicción… caída y elevación de muchos en Israel.
En esas conjeturas anda María en su corazón… quieto, en esperanza y confianza y amor en Dios su Salvador.

Teresa Zugazabeitia FI