Estos días casi no hace falta abrir el periódico para saber qué noticias más o menos trae. Sabemos que Cataluña, el último huracán y el más reciente evento deportivo van a ocupar casi dos tercios de la prensa. Sin embargo, de vez en cuando te llevas una sorpresa y descubres noticias como la que apareció esta semana, que contaba la historia de Rubén, un hombre que pasó de vivir en los aledaños de Anoeta, el estadio de la Real Sociedad, a trabajar en él y poder tener su propia casa.
Ante noticias como estas es normal que la primera reacción sea de alegría, de esperanza. Como dice Rubén al contar su presente, ve la vida “maravillosa, llena de colores”. Es como esos signos que nos recuerdan que el Reino también se construye hoy. Aquellos que están al borde del camino, que han sido descartados, no permanecerán así siempre. Si somos más bien de los que ven el vaso medio vacío, podemos pensar que, aunque queda mucha gente al borde del camino, lo que nos puede conducir al pesimismo, o, mejor, al impulso de querer trabajar con más ahínco para salir a su encuentro.
Continúa leyendo la reflexión de Álvaro Zapata sj en PastoralSJ