Carta nº 462 Julio 1912
“…trabajen mucho como verdaderas Hijas de Jesús”
Después de cruzar la cima del mes de agosto, donde la Virgen se ha hecho presente de una forma especial en muchos pueblos, iniciamos la bajada hasta llegar a septiembre. Aún faltan muchos días, pero, sin querer, septiembre asoma la cabeza para recordarnos que, tras el merecido descanso, volveremos a la “normalidad”, a ese día a día donde tendremos que superar la rutina y encontrar lo nuevo cada uno de esos días. Y como si quisiera acompañarnos en este proceso, la M. Cándida nos sigue iluminando en este camino y nos recuerda que hay que trabajar como verdaderos cristianos, cada uno en la vocación a la que ha sido llamado y a la que ha respondido.
Cualquier trabajo requiere intensidad, ganas, ilusión, pasión. Cualquier actividad necesita que sea bien hecha, necesita cantidad y calidad, necesita manos y corazón. Quizá, hoy, conozco bastantes acciones donde sólo las manos son importantes, donde lo único es trabajar, trabajar y trabajar. Pero tengo la suerte de conocer también a muchas personas que hacen de su trabajo, un trabajo a la vez que una vocación. Esas personas son las que se dejan llevar por el corazón, son las que hacen que sus manos respondan a su alma y trabajan, pero trabajan por algo más que trabajar. La M. Cándida les pedía que trabajaran, que respondieran a lo que tenían que hacer, pero a la vez les pedía que lo hicieran como verdaderas Hijas de Jesús, les pedía que fueran fieles a su vocación y a la vocación de la Congregación donde habían decidido estar y vivir. ¿Y hoy? ¿Cambiaría el discurso de la M. Cándida en este sentido? Definitivamente, no. Cambiarían las palabras o la forma de decirlo, pero seguiría diciendo lo mismo, seguiría pidiendo que nuestro trabajo sea el máximo que podamos hacer, que trabajemos mucho en lo que estemos, en lo que cada etapa nos tiene preparado, pero a la vez que nuestro trabajo sea como verdaderos testigos del evangelio, como verdaderos cristianos que viven sólo de una forma.
Y todo lo anterior nada tiene que ver con la edad y mucho tiene que ver con la actitud con la que se afronta la vida. Tengo la gran suerte, y me faltarán días para darle gracias a Dios, de conocer a una persona que responde a todo esto. Su vida está al servicio de los demás, sus huesos están para servir a los que necesitan respuestas y escucha, su vida está al servicio de quien le llama por los pasillos. Y a esa persona le diría lo que dice el salmo 39 que ayer escuchamos:
“No os canséis ni perdáis el ánimo”
No te canses ni pierdas el ánimo, pues tu cansancio es alegría para muchos y tu ánimo es fuente de ánimo para muchos que tenemos menos edad que tú. Cada año, mejor, cada año redescubriendo el origen, la fuente de ese ánimo, que sin ella estoy seguro que hace mucho tiempo ya no estaría donde está. Y la fuente, el manantial no es otro que el mismo que tenía la M. Fundadora: Dios. Y por Dios, todo y hasta el final. Por Él cansancio y descanso, alegría y llanto.
Como tantas otras veces vuelvo al principio, a la razón de teclear unas letras, convertirlas en palabras y expresar sentimientos. Vuelvo a escuchar de nuevo a la M. Cándida cuando nos pide que trabajemos como verdaderos cristianos, vuelvo a pensar y vuelvo a replantear el futuro. Y sonrío. Y espero. Y confío.