Atrevido y pequeño jazmín que ha osado adelantarse a la primavera.
Uno de esos puntiagudos capullos rosados, que se arremolinan entre las hojas.
Henchido de vida, ha pujado por fin.
Y sin terminar febrero luce ya su albo atuendo, desprendiendo además, su agradable perfume peculiar.
Ha desplegado su minúscula corola blanca, en todo su esplendor; en cinco pétalos que no se separan; como que se arropan…
Osado y tímido a la vez.
Porque es de los primeros, después de las mimosas.
El arbusto, trepador, se encarama seguro hasta el techo de la terraza.
Y no hay quien lo pare.
No requiere más que un poquito de agua… «Lo demás lo hace Dios», como decía mi madre.
SÍ. Saber mirar, detenerse a contemplar el misterio de la vida, tan efímera como bella, de este pequeño y atrevido y osado jazmín que ha sabido y podido arrostrar las todavía posibles escarchas heladas de invierno.
¡Cómo se agradece la vida en esta jungla de cemento y asfalto, en la sencilla terraza de un inmueble de trece pisos, de cualquier ciudad!
La vida se hace paso… ¡ADELANTE!
Y nos ayuda a transcender…
Teresa Zugazabeitia FI